Por Fabio Pérez
El dúo dinámico de la inmunidad consiste en vacunas y buena alimentación
Es del dominio público que cada vacuna ha sido diseñada para generar una respuesta inmunológica que protege contra una enfermedad.
De momento, los preparados biológicos contra la COVID-19 han mostrado que pueden prevenir los efectos graves de la infección. Sin embargo, aún falta por ver cómo se desarrollará la convivencia con el agente vírico en el largo plazo.
Los antecedentes disponibles respaldan ampliamente a los preparados biológicos.
Por ejemplo, tras recibir la inyección de refuerzo contra sarampión, el 99.7 por ciento de la gente queda a salvo de sus funestas consecuencias.
Cabe mencionar que, como no existen dos organismos exactamente iguales (por características y hábitos personales, factores genéticos, dieta, etcétera) se dan casos de individuos vacunados en los que el resultado previsto no se presenta.
Factor que incide de forma decisiva en la interacción del individuo con las dosis protectoras es la condición del sistema inmune.
Sucede que hay personas cuya función inmune está debilitada.
Esto puede deberse a causas como el uso de medicamentos en quienes se preparan para recibir un trasplante de órgano; enfermedades como el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA); llevar un tratamiento contra el cáncer.
No obstante, la más común, a nivel mundial, es la malnutrición.
Una nutrición con enfoque clínico y las vacunas respectivas conforman el dúo dinámico de la salud.
Se complementan entre sí, se influyen para bien y para mal, refuerzan o provocan merma de la inmunidad.
COMER BIEN NO ES SUFICIENTE
Pensar que una buena higiene y una dieta balanceada bastan para evitar verse afectado por agentes nocivos es caer en el error.
Las vacunas marcan el antes y el después en la historia de las enfermedades.
Los preparados biológicos, y no la higiene y la nutrición, son capaces de llevar a un mal hasta el borde de la erradicación total, como ocurrió con la varicela.
Lavarse las manos con frecuencia y poner en la mesa comestibles nutritivos son acciones que ayudan, pero no garantizan que uno se mantendrá a salvo.
Las vacunas son la ciencia aplicada a prevenir las consecuencias más serias de una enfermedad, incluida la muerte.
Si bien en algunos casos la inmunidad natural, aquella que se logra tras recuperarse del mal contagiado, dura más que la obtenida por la vía de la inyección, los riesgos que conlleva sobrepasan a los que resultan de recurrir al biológico de diseño.
Preparados que contienen versiones muertas de los patógenos (o una parte del agente nocivo) no provocan el temido malestar. Cuando un individuo recibe esta clase de sustancias es imposible que contraiga el padecimiento.
Las vacunas que emplean virus vivos aunque atenuados (debilitados) generan una protección más duradera.
Por eso es la otra parte del dúo dinámico de la inmunidad.
Si bien pueden (en teoría) provocar la enfermedad, difícilmente acarrean problemas de consideración, a menos que el sistema inmunológico de la persona inoculada ande por los suelos

EL ESTÓMAGO DE LA SALUD
Ojo, lo dicho al inicio del apartado anterior no quiere decir que la higiene correcta y una nutrición equilibrada no sean indispensables. Lo son.
La primera es una herramienta preventiva impagable.
La segunda refuerza el sistema inmune y aumenta los niveles de energía del organismo, lo que se traduce como una mayor resistencia ante invasores exóticos o endémicos.
Una dieta que consigue mantener el peso corporal facilita soportar tratamientos médicos y no caer en la malnutrición, condición que, en cualquiera de sus grados, incrementa las chances de agravar el mal.
Hoy día, por desgracia, el mundo lleva sobre los hombros una doble carga de malnutrición: la desnutrición y la alimentación excesiva, también conocida como sobrepeso u obesidad.
Si la dieta proporciona nutrientes por debajo de los indicadores idóneos, el desarrollo de una persona estará lejos de ser óptimo y su productividad se verá afectada prácticamente durante toda su vida.
El sobrepeso tiene una merecida fama de estimular que la gente sea diagnosticada con algún mal crónico (diabetes, por ejemplo).
Engullir vitaminas y minerales, a través de comestibles o suplementos alimenticios, es esencial para que un individuo crezca sano y se mantenga así.
Una dieta cuidada también debe incluir calorías, carbohidratos, lípidos, fibra.
Por eso, los profesionales de la salud recomiendan servir en el plato frutas y verduras o recurrir a cápsulas o polvos que aporten nutrientes sumamente necesarios.
Lo ideal es que la cantidad de cada vitamina, aminoácido o mineral que ingresa por la boca no se quede corta ni se vaya del lado del exceso.
Debe corresponderse con las necesidades del organismo y el nivel de actividad física de la persona.

UNA RELACIÓN CERCANA
La malnutrición, deficiencia de nutrientes, reduce la actividad celular y la síntesis de proteínas del cuerpo humano, consecuencias que trastocan el aparato defensivo del individuo.
Enfrentar a un sistema inmunológico cuyos mecanismos están debilitados facilita el trabajo dañino de los agentes patógenos.
La correspondencia entre régimen alimenticio y enfermedad suele ser pasada por alto a pesar de que los comestibles juegan un papel esencial contra los males exóticos, estacionales y crónicos.
Comer bien, en el sentido saludable del término, figura entre las recomendaciones esenciales que la comunidad médica difunde entre la población para atenuar los efectos de cualquier virus.
Esto adquiere mayor importancia toda vez que la pandemia no sólo ha causado dolor a través de los seres queridos que se fueron, también de la pérdida de empleos, con su disminución de ingresos que incide directamente en la cantidad y calidad de los alimentos disponibles en los hogares.
Vacunas y comestibles nutritivos, el dúo dinámico de la inmunidad, poseen el potencial incluso para erradicar a una enfermedad de la faz de la tierra.