La seguridad del paciente

Por Fabio Pérez

La seguridad del paciente es un tema ineludible de los servicios sanitarios.

La demanda de asistencia médica, siempre al alza, exige a los sistemas de salud evolucionar, lo que se traduce como una mayor complejidad operativa.

Cuando las dificultades aumentan, también se incrementan los daños sufridos por individuos que reciben tratamiento en las unidades médicas.

De ahí la importancia de minimizar riesgos y reducir el margen de error durante la prestación del servicio clínico.

El objetivo es que los perjuicios causados por los sanitarios sean leves.

Para ello hay que adoptar la mejora continua; una basada en aprender de los errores y de la experiencia con eventos adversos.

¿Cómo garantizar la seguridad de quienes sufren algún padecimiento?

El cuidado sanitario debe reunir las siguientes características:

a) Ser eficaz.

b) Estar centrado en los individuos.

c) Prestarse de forma integrada, oportuna y equitativa.

Según la Organización Mundial de la Salud, los fallos en la atención médica se ubican entre las diez causas principales de muerte y discapacidad a nivel mundial.

Sucede que cuando un sistema sanitario gana complejidad se incrementan las opciones de cometer errores.

¿QUÉ TIPO DE FALLOS?

Uno común es que un hospitalizado reciba un medicamento equivocado.

Esto ocurre, por ejemplo, cuando se confunde el fármaco preciso y se administra otro producto cuyo empaque es parecido.

Ante un caso así, la responsabilidad no es de una sola persona.

La receta pasa por varios filtros: el médico del ala correspondiente, la farmacia y el enfermero que la administra.

Con frecuencia, el profesional sanitario que cometió el error de forma activa asume la culpa del incidente y recibe algún castigo.

Sin embargo, un fallo así habla de carencias como falta de procedimientos estandarizados para almacenar medicamentos de aspecto similar; mala comunicación entre proveedores; falta de verificación antes de administrar la medicina; una escasa, cuando no nula, participación del paciente en su propio cuidado.

El error podría prevenirse adoptando un proceso de garantía de la seguridad en los diferentes niveles involucrados en suministrar un fármaco al enfermo.

DESIGUALDAD DEL ERROR

En países de ingresos elevados, el 10 por ciento de los pacientes sufre algún tipo de daño mientras recibe atención clínica.

El dato, además de elevado, es sorprendente.

Cerca del 50 por ciento de los eventos adversos causados por una atención deficiente son prevenibles.

En escenarios con muchas posibilidades de equivocarse, un error es suficiente.

Muchas prácticas y riesgos relacionados con la atención clínica se están convirtiendo en problemas importantes para la seguridad del paciente.

Cada año se producen alrededor de 134 millones de eventos adversos derivados de fallos registrados en clínicas, esto en naciones de ingresos bajos y medios.

Hablamos de errores que provocan 2.6 millones de muertes.

Según la OMS, cerca de dos tercios tanto de los efectos nocivos como de los años perdidos (por discapacidad o muerte) producto de cuidados sanitarios deficientes se producen en países de ingresos bajos y medios.

A nivel mundial, hasta 4 de cada 10 pacientes sufren algún perjuicio dentro de la atención primaria y ambulatoria.

EL COSTO DE LOS ERRORES

Se estima que los errores de medicación que afectan la seguridad del paciente generan gastos por 42 mil millones de dólares anuales.

Infecciones producto de una atención deficiente afectan al diez por ciento de los hospitalizados en soberanías de ingresos bajos y medios.

Procedimientos poco seguros complican la vida a uno de cada cuatro individuos.

En el plazo de un año, cerca de 7 millones de personas que pasan por quirófano padecen complicaciones relacionadas con ejecuciones erróneas.

Alrededor de un millón de quienes son operados fallecen durante el procedimiento o inmediatamente después.

El ámbito médico es sumamente delicado.

Una simple inyección sin las debidas precauciones puede originar una infección.

Así se han colado en los individuos agentes nocivos como el VIH o los virus de la hepatitis B y C.

Errores en el diagnóstico afectan al 5 por ciento de los adultos que reciben atención ambulatoria.

Más de la mitad de estos fallos de juicio tienen potencial para causar daños considerables.

Transfusiones poco seguras ponen en riesgo la seguridad del paciente por la vía de sufrir reacciones adversas o ser víctima de alguna infección.

En el catálogo de fallos también figuran los errores de irradiación.

Estos son casos de sobreexposición a la radiación o bien situaciones en que se irradia al paciente incorrecto o la zona del cuerpo que no era.

La septicemia es otro problema frecuente, uno que, si no se diagnostica a tiempo, pone en peligro la vida del enfermo.

Como muchas afecciones son resistentes a los antibióticos su capacidad para deteriorar a las personas no debe menospreciarse.

La septicemia afecta cada año a un estimado de 31 millones de personas alrededor del globo.

De esa cantidad, más de 5 millones fallecen.

INVOLUCRARSE

En los Estados miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (de la cual forma parte México), el 15 por ciento del total de la actividad y el gasto hospitalarios es resultado directo de eventos adversos.

Invertir en mejorar los procedimientos y garantizar la seguridad del paciente significa ahorros sustanciales de recursos.

Otro beneficio deseable es que los convalecientes tienen más opciones de recuperarse.

Ejemplo de medida que conviene adoptar es involucrar al individuo en el tratamiento que recibe.

En la OMS estiman que, si se realiza de forma efectiva, ese involucramiento reduciría la carga derivada de eventos adversos hasta en un 15 por ciento.

Errar, cabe comentar, es humano.

Sencillamente no es realista esperar un rendimiento perfecto por parte de personas que trabajan en entornos de suma complejidad.

Evitar que los trabajadores de la salud cometan fallos exige proporcionarles herramientas, como sistemas, tareas y procesos bien diseñados, de calidad.

En resumen, lo ideal es establecer una cultura sanitaria que conceda la debida importancia a la seguridad del paciente.

Después de todo, hablamos de un individuo que se pone en manos médicas para recuperar su bienestar.