Por Fabio Pérez
Reaccionar ante la emergencia exige conocer de primeros auxilios.
Aplicar estas medidas de atención temprana de forma correcta sencillamente salva vidas.
¿Cómo conducirse ante urgencias de salud?
Poseer tal conocimiento desde la juventud es lo deseable, pero, no suele ocurrir así.
¿Qué técnicas de primeros auxilios debemos conocer para brindar ayuda a quien la necesita?
Saber cómo proceder no convierte a una persona en un profesional clínico.
No obstante, sí dota a un individuo con recursos para brindar al prójimo, un enfermo o un accidentado, la oportunidad de resistir hasta que llega la asistencia médica.
El objetivo de estos auxilios básicos es evitar que la condición, o las lesiones sufridas, del afectado empeore.
En casos extremos, son medidas que marcan la diferencia entre la vida o la muerte.
Administrar esa ayuda elemental de forma correcta y eficaz exige conocer cómo reaccionar. Una mala práctica puede incluso causar más perjuicio al aquejado.
El empleo de las técnicas de primera ayuda, cabe mencionar, no siempre tiene por fin salvar una vida.
A veces, no va más allá de mantener las constantes vitales de un individuo para disminuir riesgos y posibles secuelas que sean producto tanto de enfermedades súbitas como de accidentes.
REACCIÓN INMEDIATA
Estar junto a una persona que sufre un infarto es una situación que exige saber cómo reaccionar ante la emergencia.
En términos generales, lo primero a considerar en materia de ataques cardíacos son los signos y síntomas que exhibe la víctima:
a) Dolor, presión en el pecho, sensación de opresión o de dolor en el centro del pecho.
b) Molestias que se extienden al hombro, brazo, espalda, cuello, mandíbula, dientes, incluso en la parte superior del abdomen.
c) Acidez estomacal, indigestión, náuseas.
d) Sentirse aturdido, mareos, desmayos.
e) Sudoración.
Un ataque cardíaco produce dolor de pecho, uno que puede ser leve o intenso, por más de 15 minutos. Es descrito como una sensación de pesadez en el centro del cuerpo, aunque algunas personas no sienten ni opresión ni dolencia alguna.
En las mujeres, no es inusual que los signos presentes sean los menos graves, como las náuseas, el dolor de mandíbula o de espalda.
Unos ataques son repentinos; otros avisan, con horas o incluso con días de anticipación, que pondrán en peligro la vida de alguien.

TAREAS BÁSICAS
Reaccionar ante la emergencia demanda no ignorar la presencia de los signos del ataque cardíaco.
Enseguida, hay que llamar a la asistencia clínica.
Cuando existe la posibilidad de trasladar al aquejado a la unidad médica más cercana, conviene ponerse en movimiento antes que esperar a la ambulancia.
Si el afectado tiene vehículo, sólo debe conducir en caso de que no exista otra alternativa.
La afección puede empeorar mientras conduce, lo que significa ponerse a sí mismo y a otros en riesgo de colisión.
Mientras llega la ayuda, hay que darle al infartado una aspirina para que la mastique y la trague.
La aspirina impide la coagulación de la sangre de modo que puede reducir el daño al corazón.
Cabe mencionar que no todas las personas pueden tomar aspirina; alérgicos y aquellos que por indicación médica no pueden ingerir ácido acetilsalicílico deben abstenerse de emplear este recurso.
Hay consejeros médicos que recomiendan a sus pacientes tomar nitroglicerina cuando piensan que están sufriendo un ataque cardíaco.
Si el aquejado pierde la consciencia, es importante que haya cerca alguien capaz de administrarle reanimación cardiopulmonar.
La reanimación consiste en presionar rápidamente, y con fuerza, en el centro del pecho del infartado, a un ritmo de entre 100 y 120 compresiones por minuto.
Con este auxilio elemental se mantiene el flujo sanguíneo.
Si hay un desfibrilador externo automático a mano, y la persona está inconsciente, lo mejor es utilizarlo de inmediato siguiendo las instrucciones de uso.
NO PRODUCIR MÁS DAÑO
Sea cual sea la afección o el accidente que exige reaccionar ante la emergencia, hay un conjunto de normas de actuación dirigidas a no empeorar la condición del afectado ni producir más daño.
- Evitar caer en pánico o incurrir en alguna acción precipitada.
- Intentar proteger a la víctima de otros riesgos.
- Cuando el aquejado no respira por sí mismo, hay que proceder a ventilarlo desde el exterior mediante la técnica de respiración boca a boca.
- Se debe valorar la frecuencia cardíaca y el sistema circulatorio de la persona, esto se hace tomándole el pulso.
- No alejarse del afectado; en este punto no hace diferencia si se trata de alguien que se encuentra moribundo, muy enfermo o con heridas graves.
Seguir estas líneas de actuación y conocer las técnicas de auxilio básico significa que uno está capacitado para proporcionar ayuda inmediata, es decir, para reaccionar ante la emergencia.
Aplica lo mismo en caso de infarto que ante una víctima de un cuadro alérgico o si se está frente a alguien que sufrió lesiones a consecuencia de un desastre natural, como una inundación o un terremoto.
La asistencia elemental puede contrarrestar la gravedad del ataque, o del accidente, y facilitar la labor de los profesionales clínicos que entren en contacto con el afectado.

SALVAR VIDAS
Saber de primeros auxilios puede hacer mucho por la salud y la vida de quienes sufren por un mal súbito o un accidente.
Quienes se dedican a educar y cuidar niños, o bien trabajan con adultos mayores, deben estar capacitados para brindarlos.
Todos los días se pierden vidas a causa de traumatismos o paros respiratorios.
En el caso de estos últimos, según la Cruz Roja, la reanimación pulmonar, cuando se practica inmediatamente después de que se ha sufrido un paro cardíaco repentino, puede duplicar, incluso triplicar, las probabilidades de supervivencia.
No es exagerado afirmar que los primeros auxilios son grandes salvadores.
En la esfera médica hay evidencia copiosa a ese respecto.