Consumir alimentos ultraprocesados enferma

Por Fabio Pérez

Consumir alimentos ultraprocesados enferma a las personas.

Puesto de otra manera, hacer de ellos un componente habitual de la nutrición es colocarse en situación de riesgo.

Se trata de comestibles cuyo estado natural, al ser sometido a procesos industriales, queda alterado de forma extrema.

De su fuente original, sea vegetal o animal, no se conserva sino una parte ínfima.

De camino a las mesas de los consumidores son deshidratados, molidos, enlatados o mezclados con otros alimentos.

Comestibles a los que se ha añadido azúcar, grasa u otros aditivos, también forman parte de la categoría motivo de estas líneas.

En Estados Unidos, se emplea la denominación “alimento procesado” a todo aquel que no sea una materia prima agrícola; desde vegetales congelados, frutos secos y frijoles enlatados hasta pan integral, cereales para el desayuno, comidas preparadas, golosinas y gaseosas.

En México sí se emplea el adjetivo de “ultraprocesados”.

Es todo comible hecho con base en sustancias extraídas o derivadas de alimentos. Contienen aditivos que dan color, sabor o textura para intentar imitar a las viandas de verdad.

COMIDA INSTANTÁNEA

A los alimentos ultraprocesados también les acomoda la etiqueta de comida rápida, del tipo “lista para comer”.

Muchos de ellos no exigen del consumidor otra cosa que calentar y servir.

Una consecuencia frecuente de su ingesta es el sobrepeso, y luego la obesidad.

La acumulación de masa corporal, cabe mencionar, está ubicada entre los principales factores de riesgo para el desarrollo de enfermedades crónicas como la diabetes.

El sobrepeso y la obesidad tienen en la mala alimentación, una rica en grasas, azúcares y sodio, a uno de sus principales detonantes.

¿Qué productos forman parte de la familia ultraprocesada?

Refrescos, jugos, leches saborizadas, galletas, pasteles y aderezos.

Papas fritas, snacks salados o dulces, helados, chocolates y caramelos.

Cereales endulzados, barras energizantes, mermeladas y margarinas.

Ingerir estos alimentos es dar al organismo productos nutricionalmente desequilibrados.

Aunque su contenido de proteína, fibra, minerales y vitaminas es ínfimo, son los favoritos de mucha gente.

DE TENDENCIA A PROBLEMA

El consumo de comibles industrializados se extendió desde que se convirtieron en prácticamente cualquier comercio minorista.

Es decir, están disponibles en cualquier tienda del barrio, del poblado, de la ciudad.

Su principal ventaja (la preparación tan sencilla como rápida) les abrió paso y trajo consigo un cambio en la cultura alimenticia.

La preferencia de las masas dejó de lado los alimentos reales o escasamente procesados y ahora favorece a los comestibles altamente industrializados.

Gracias a ese cambio, la condición obesa escaló de tendencia riesgosa a problema mundial.

Varios estudios han demostrado los vínculos estrechos que existen entre los cambios en la dieta, las tasas de sobrepeso y obesidad y enfermedades no transmisibles relacionadas con la alimentación.

CARGARLOS CON IMPUESTOS

Consumir alimentos ultraprocesados enferma, por ello, se requieren estrategias dirigidas a reducir su presencia en las citas con la mesa de la población.

¿Qué se ha hecho con ese fin?

Una medida importante ha sido la de gravar los productos cuyo aporte nutricional es prácticamente nulo.

Organismos internacionales recomiendan que se imponga un impuesto del 20 por ciento a los comestibles cuyo origen quedó perdido en los procesos industriales.

También se ha adoptado el etiquetado que señala claramente cuando un alimento es ultraprocesado.

Estos sellos de advertencia han servido para impulsar iniciativas dirigidas a prohibir la venta de productos sin valor nutricional en centros educativos.

La comunidad médica ha propuesto que entre las señas de estos alimentos se incluya un distintivo que maneje su densidad calórica.

AMENAZA MEDIBLE

En teoría, el procesamiento de materia vegetal o animal puede contribuir a que se instale en la cotidianidad una distribución alimentaria segura, diversa, copiosa y accesible, es decir, puede hacer del mundo un lugar mejor.

En la práctica, sin embargo, diversos análisis coinciden en que el consumir comestibles ultraprocesados enferma porque da lugar a dietas de mala calidad y al desarrollo de obesidad.

¿Por qué sucede esto?

Al exceso de grasas, azúcares o sal de estos comibles, hay que añadir factores menos evidentes.

Por ejemplo, algunos investigadores advierten que los alimentos listos para el consumo perturban las señales de saciedad/satisfacción.

Este efecto tiene el inconveniente de que incentiva un ritmo de ingestión alto y favorece que la deglución se haga mientras el consumidor está distraído, viendo televisión, por ejemplo.

Al panorama, poco alentador de por sí, hay que añadir una situación de riesgo: niños menores de dos años son alimentados, cada vez con mayor frecuencia, con este tipo de productos.

Además, algunos estudios han comenzado a asociar el consumo de ultraprocesados con una menor talla por edad.

VOLVER ES UN PROGRESO

Todos los alimentos transformados poseen mayor densidad calórica que los comestibles reales.

Por esa característica han obtenido el título de productos obesogénicos.

La mejor forma de combatir esta amenaza para la salud es desandar el camino.

¿Qué significa esto?

Volver a los alimentos frescos.

Preferir alimentos tradicionales a los ultraprocesados.

Cuidar lo que se ingiere y el número de comidas que se realizan al día.

Habituarse a leer el etiquetado frontal de los productos (entre más sellos tenga, mayor riesgo para la salud)

Aumentar el consumo de cereales enteros e integrales.

Hidratarse bien.

Ejercitarse.

Los gobiernos también deben poner de su parte.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ningún país ha explorado la opción de usar la recaudación derivada de los impuestos a la comida chatarra para subsidiar la compra de comestibles saludables (frutas y vegetales, por ejemplo).

Sabemos que consumir alimentos ultraprocesados enferma; pero esto todavía no se ha traducir en un retorno a las viandas de verdad.