Me gusta mucho la expresión “ver la fotografía completa”, tanto en su sentido literal como figurado. Es quizá una de las motivaciones de mi curiosidad. Tener una imagen panorámica, analizar cada detalle y buscar ver más allá es mi manera de relacionarme con la realidad. Pienso en esto mientras intento escribir una crónica sobre la movilización “Marchemos juntas” que tuvo lugar en Torreón el 8 de marzo con motivo del Día Internacional de la Mujer.
¿Cómo obtener una fotografía completa de 8 mil mujeres recorriendo las calles de Torreón? Tener un dron, subirse a un edificio alto para lograr una vista aérea resuelve la parte literal, ¿pero la figurada? ¿Cómo captar la rabia, la indignación por las injusticias, y al mismo tiempo la esperanza y el anhelo de un mundo mejor que lleva a esas 8 mil consciencias a tomar las calles de la ciudad? ¿Dónde cabe todo eso?
En lo que encontramos respuestas a esas preguntas, escribo estas líneas esperando que se unan a los detalles que otras captaron para que construyamos juntas una panorámica más completa.

Punto de partida
Unos minutos antes de las cinco de la tarde llegué a mi café favorito, Sinfonía. Xim, quien administra el lugar junto a su esposo Kaba, me había invitado a partir de ahí junto a otras chicas. Yo, por mi parte, le propuse a mi amiga Lucila que se nos uniera. El lugar estaba lleno de mujeres con atuendos predominantemente negros con detalles morados y verdes. Algunas se maquillaban, otras terminaban de preparar sus pancartas. A Lucila le aplicaba glitter en el rostro su hija Euge, luego siguió conmigo. Salimos unos minutos después rumbo a la Plaza Mayor, éramos unas veinte, no todas nos conocemos entre nosotras, pero no hace falta para sentirnos cercanas, arropadas y fuertes.
Al llegar al punto de partida nos pareció que había poca concurrencia. Había algunas chicas dispersas en la explanada y la concentración más grande comenzaba a unos metros del asta bandera, a la altura de la Matamoros en dirección al teatro Isauro Martínez. Quise obtener una fotografía más completa, así que me aparté según yo momentáneamente del grupo para buscar el inicio del contingente.
Mientras avanzaba entre las filas noté algo de desorden y confusión, algunas asistentes iban y venían acatando las indicaciones de las organizadoras: “Estamos acomodándonos para poder comenzar. Madres Poderosas y buscadoras van primero, luego maternidades”, escuché que decían por el megáfono. La punta de la columna de mujeres comenzaba dos cuadras más adelante, en la calle Mina.
Me extrañó que no se aprovechara la Plaza Mayor para formarnos, ahora sé, gracias a un comunicado que circularon en la página de Facebook de las convocantes, Mujeres que luchan por mujeres, que en un acto de intromisión e intento de apropiación, la sexta regidora del Ayuntamiento de Torreón, Blanca Álvarez, causó confusión y retrasos.
El oportunismo político, desconocimiento y falta de sensibilidad de la edil quedó de manifiesto al saludar a una de las integrantes de Madres Poderosas:
—Usted siempre en el mitote.
—No andamos aquí por gusto —replicó indignada la activista de esta colectiva que busca justicia para mujeres víctimas de feminicidio, máxima expresión de la violencia machista.
El contingente pudo partir hacia su primera estación hasta cuarto para las seis. “No somos una, no somos cien, pinche Gobierno, cuéntanos bien”, “¡Porque vivas se las llevaron! ¡Vivas las queremos!”, “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, fueron algunas de las primeras proclamas que se escucharon.

Al frente de las lonas que portaban las Madres Poderosas con los rostros de sus hijas asesinadas mayormente por hombres que decían amarlas, llaman la atención dos niñas y dos niños que no deben rebasar los 10 años. “Mamá, hoy marcho por ti y para que a otra no le pase”, se leía en una de sus pancartas.
“Las niñas marchando, también están luchando”, coreaba el contingente de tanto en tanto.

Es momento de parar en la primera estación, el Árbol de la Esperanza ubicado en la Alameda Zaragoza. Ahí, Lucy López, María Guadalupe Pérez, Nancy Salazar y Alma Hernández, quienes buscan a sus hijas Irma Claribel, Jovanna Dibanhi, Sherlyn y Sugey, respectivamente, tomaron el megáfono para exponer sus casos, de los que mi colega Edith González da cuenta en su crónica para Heridas Abiertas.
El contingente era muy grande y no todas alcanzábamos a escuchar. Traté sin éxito de encontrar con la mirada el final de la columna, así que decidí moverme para dimensionar su tamaño. Recorrí cinco cuadras en total hasta dar con la última fila en la calle Mina, unos 600 metros, de acuerdo con la medición que permite el Google Maps. ¿Quién habrá podido captar la fotografía completa de ese río de mujeres?

‘Mujer consciente se une al contingente’
Ese recorrido me dio la oportunidad de saludar a muchas amigas, a mi prima Mayra Gisela y mi tía Nena, quien por primera vez vivió la experiencia de marchar junto a miles de mujeres. Imagino que muchas como ella, que se atrevieron a sumarse, contribuyeron a hacer historia de nueva cuenta al romper el récord de la marcha de 2020. En aquella ocasión el contingente se nutrió de alrededor de 3 mil mujeres, en esta de 8 mil, según precisó el director de Protección Civil del Ayuntamiento de Torreón, Jorge Luis Juárez.
La segunda estación fue en la Antimonumenta que se encuentra en el camellón prolongación Colón y Revolución. Ahí las mamás e hijos de mujeres víctimas de feminicidio que forman parte de la colectiva Madres Poderosas pronunciaron uno a uno los nombres escritos en las cruces rosas del lugar. “Presente, ahora y siempre”, respondía la concurrencia. Al término entonaron con fuerza “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más” y “Las mujeres de La Laguna, no queremos ver muerta a ninguna”.
Cuando el contingente comenzó a avanzar de vuelta en dirección al norte se formó una “U” alrededor del camellón de la Colón, dando lugar uno de los momentos más emotivos que suelen ocurrir en una marcha: cuando cobramos consciencia de nuestro tamaño, los gritos de emoción, los ojos vidriosos y las bocas abiertas ante el asombro son prueba de ello.
La columna de mujeres tomó entonces la Juárez en dirección a la Plaza Mayor, la estación final. En ese tramo sonó el himno feminista compuesto por la lagunera Vivir Quintana, Canción sin miedo, que sigue enchinándonos y quebrándonos la voz a muchas.
‘La policía no me cuida, me cuidan mis amigas’

El contingente dobló por la Galeana hacia el sur, para llegar a la Plaza Mayor. Nos dieron la bienvenida los cuadros de la exposición el Museo del Prado, cubiertos desde muy temprano con mantas negras y resguardados con vallas y un exagerado despliegue de seguridad (con tanque incluido) que ninguna mujer lagunera podría darse el lujo de tener para su protección ni en las más evidentes situaciones de riesgo de muerte.
El dispositivo de seguridad, conformado casi exclusivamente por mujeres, resguardaba también la escalinata de la Presidencia. “Les tiembla, les tiembla”, dijo una de las Madres Poderosas mientras se acomodaban para el pronunciamiento final.
Así concluyó otra jornada del 8 de marzo en que las mujeres laguneras hicimos historia, y no sólo por la cifra de participación que logramos. Tener una panorámica más amplia de esta histórica marcha implica resaltar que se trata de una movilización que no obedece a la agenda política polarizante que alimentan el presidente y sus detractores (como la manifestación en torno al INE que hace unas semanas reunió a 5 mil personas en Torreón); no hay dinero ni grupos alineados a intereses económicos involucrados en su organización, la convocan y se unen a ella mujeres conscientes de la violencia estructural y sistemática que se recrudece sin importar el gobierno en turno, más allá de cualquier discursos con supuesta perspectiva de género, y se reflejan en el aumento de las cifras de feminicidio, desaparición de mujeres y violencia doméstica.