‘White Tiger’: Cómo pasar de sirviente a emprendedor en India

2010. Cuando Balram (Adarsh Gourav), quien se presenta como un prestigioso emprendedor indio, se entera de que el primer ministro chino visitará su país para conocer la clave de su economía, decide contarle la verdad sobre India a través de su propia historia. Así comienza la película White Tiger (Tigre blanco).

Le escribe una carta desde su oficina en Bangalore, el Silicon Valley de India, convencido de que la hegemonía económica de Estados Unidos ha quedado en el ayer, mientras que India y China son el mañana: “El futuro del mundo está en manos del hombre amarillo y del marrón”, dice.

Balram relata que la mejor descripción de sus generales es un póster policíaco en el que aparece su rostro con sus características físicas y la leyenda de “fugitivo”. La policía lo busca por un “acto de emprendimiento”, asegura. ¿Cómo?, nos preguntamos. Ya nos contará.

Se remonta entonces a su infancia en una paupérrima aldea rural, donde sus aptitudes para el estudio y la promesa de una beca en Delhi no bastaron para salvarlo de un trabajo miserable que amenazaba con acabar con su vida a temprana edad, del mismo modo que le sucedió a su padre.

Un día ve la oportunidad de convertirse en el chofer de Ashok (Rajkummar Rao), el hijo menor del poderoso hombre que regentea su aldea, así que negocia con su abuela para que lo deje partir.
Con algo de preparación y ciertas triquiñuelas, se gana el puesto que tanto anhela.

Tiene grabada hasta la médula su condición de sirviente, de tal forma que está dispuesto a tolerar maltrato físico y verbal a cambio de estar cerca de los patrones, contar con techo y comida, unas cuantas rupias y algunas palmaditas en la espalda.

Como parte de las corruptelas en que está inmiscuida su familia, Ashok tiene que viajar a Delhi junto a su esposa Pinky (Priyanka Chopra). Balram es el encargado de llevarlos y servirles durante su estancia ahí. Todo un honor para él.

A diferencia de su padre y su hermano, Ashok parece ser menos cruel con los sirvientes. Influyen en esa actitud tanto su formación en Estados Unidos, de donde acaba de llegar, como su esposa indoamericana.

Las ideas frescas que ambos tienen sobre cómo tratar a los sirvientes y sobre los negocios son las razones por las que a Balram le gusta estar cerca de ellos. Idealiza a su amo: “Es un hombre bueno”, le dice a otro sirviente. “Es rico”, le responde éste con ironía.

El idilio termina cuando Balram es obligado a asumir la responsabilidad de un accidente en el que no tuvo nada que ver. El problema carcome la relación entre Pinky y Ashok. Balram queda vulnerable en la nueva situación y comienza a fraguar su dichoso plan de emprendimiento.

White Tiger es una sátira cuya efectividad se basa en la empatía que despierta Balram a través de la anécdota de su vida, que puede ser la de cualquier pobre del mundo. Dice que es la verdad sobre India, pero es también la de esos países que llevan décadas en vías de desarrollo.

El filme, dirigido por Ramin Bahrani, funciona como crítica al sistema de castas de India (parecido al clasismo latinoamericano), y al mismo tiempo se burla de los esquemas capitalistas de Occidente que se nos venden como panacea del progreso, la libertad y el individualismo.

La recomiendo precisamente por su sentido crítico, por el humor negro que impregna toda la trama, el ritmo que nos mantiene atentos todo el tiempo y las actuaciones de Gourav, Rao y Chopra, aunque el personaje de esta última es un tanto ambiguo y llega a sentirse forzado.

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