‘Sin hijos’, la incursión de Roberto Fiesco en la comedia romántica

La comedia romántica Sin hijos, disponible en Netflix desde el 19 de marzo, marca la incursión del director y productor mexicano Roberto Fiesco al largometraje de ficción. ¿Cómo le fue?

Comencemos por la premisa: Fidel (Alfonso Dosal) es un hombre divorciado consagrado al cuidado de su hija Ari (Francesca Mercadante) y a su tienda de instrumentos musicales. Sus prioridades no le dejan espacio para interesarse en entablar ningún tipo de relación amorosa.

Pero un día llega a su negocio Marina (Regina Blandón), una chica de la que en algún tiempo estuvo enamorado. Tienen una primera cita que fluye a la perfección hasta que ella le dice que detesta a los niños… y a las niñas.

Para no perder oportunidad con ella, Fidel negará a su hija y eso le traerá predecibles complicaciones que se agravarán cuando Ari decida hacerse pasar por su hermanita. El tono de las situaciones será ligero, quizá en el afán de apegarse a las fórmulas probadas de este género.

La mayoría de las comedias románticas mexicanas que he visto en últimos años ha sido decepcionante, ya sea por la falta de creatividad y profundidad o por el pésimo trabajo de actores “atractivos para el público” (famosos de la tele) que se convierten en sinónimo del género y, por lo tanto, en las caras que ilustran los carteles de los filmes que debo evitar.

Sin hijos definitivamente hubiera sido uno de ellos a no ser que resaltaba la firma de Roberto Fiesco, director y productor mexicano con trabajos como el gran documental Quebranto.

Reconozco que ver su nombre en una película de este tipo me disparó buenas expectativas, a pesar del elenco; pensé que su mirada le aportaría otra dimensión a un género en el que abundan los chistes basados en estereotipos clasistas o machistas para provocar la risa fácil.

El tema en las manos de Fiesco también se me antojaba interesante. Las transformaciones sociales y el cambio de perspectivas con respecto a los roles de género a menudo ponen en jaque a las nuevas generaciones, instándolas a repensar sus relaciones de pareja, el matrimonio, la maternidad y paternidad, entre muchos otros temas.

El título, Sin hijos, me recordó también algunos debates que se han suscitado en torno al adultocentrismo de nuestras sociedades.

Y si bien Fiesco hace el esfuerzo por aproximarse a estas inquietudes, no logra hacerlo de manera fina a través de su guion -tal vez por tratarse de un remake– o de sus actores, y termina exponiéndolas a través de diálogos que se sienten forzados.

La interacción entre personajes tampoco termina de cuajar. No hay una relación en la que Fidel luzca a sus anchas: ni como padre, ni como hermano, ni como amigo, ni como hijo y mucho menos como pareja de Marina. Les pasa igual a otros miembros del elenco al compartir pantalla.

Sí agradecí que Fiesco escapara a algunos clichés clasistas o machistas y aprecié su propuesta estética, sin embargo, lamenté mucho la falta de originalidad y la superficialidad del guion. No la recomendaría más que para fans de las comedias románticas o de los protagonistas.

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