Ilustración: Miguel Sifuentes

Mundial Catar 2022: La importancia de ser tercero

Hay dos selecciones que se despiden de un Mundial con triunfo (a menos que su partido se haya definido en penales y oficialmente el resultado quede registrado como empate; aun así, se van con sabor a victoria): el equipo campeón, por supuesto, y el tercer lugar. El famoso encuentro “que nadie quiere jugar”, porque supone una derrota previa (en fase de semifinales) representa para muchos, una última alegría en una Copa del Mundo; despedirse con una victoria. En la historia de los Mundiales, hay quien la aprovecha y hay quien la deja ir.

El espíritu de competencia en Europa es tan algo presente, que la UEFA, desde hace varios años, ya no obliga a sus selecciones a disputar este “penoso” encuentro; es decir, lo suprimió de sus competencias, pero la FIFA lo ha conservado como la antesala a la Gran Final, el día esperado. Para muchos aficionados, el partido 63 no es tan atractivo y prefieren esperarse al colofón de la competencia, donde se define al número uno. Pero para otro grupo de seguidores, es la oportunidad de seguir viendo futbol en un torneo que evidentemente agoniza.

A semifinales, llegan los cuatro mejores equipos de un torneo que se disputa durante un mes. Presentarse en esta instancia, asegura disputar 7 partidos, el máximo posible. Existen variados escenarios de entre quienes contienden en esta parte, se dan algunas sorpresas o ahí se quedan algunas grandes potencias. O una combinación de ambos. Es la posibilidad para las “cenicientas”, para los “caballos negros”, de ir un poquito más allá y cerrar la buena impresión que dejaron.

Este año, Croacia y Marruecos se enfrentaron en un encuentro de favoritos sentimentales. Esos equipos que en un inicio nadie veía tan fuertes como para llegar tan lejos, pero que por mérito propio, avanzaron hasta la antesala de una final mundialista. Marruecos, por ejemplo, se echó a la bolsa a millones de aficionados que no al mismo país; les ayudó la cercanía con el anfitrión y, por supuesto, compartir la cultura árabe, ser parte del continente africano. Es decir, la cuestión de identidad les brindó un doble beneficio.

Pero además, Marruecos enamoró con su futbol y convicción en la cancha; de nada habrían válido los anteriores ingredientes si no se hubieran batido como auténticos guerreros ante potencias consolidadas del futbol mundial. Marruecos se habló de tú con equipos como Francia, España, Bélgica y Portugal. Mandó a casa a varios de estos y, conforme avanzaba, se convencían más de podían estar a la altura de los grandes. La selección marroquí hizo historia, al convertirse en el primer país de África en avanzar a semifinales.

Cayó contra Francia, haciéndole juego, y luego cayó ante Croacia. Es el conjunto de los últimos cuatro sobrevivientes que se despide con par de derrotas, pero a cambio, se ganaron la simpatía del mundo futbolístico; ya quisiera México haber llegado tan lejos. Incluso Alemania, Dinamarca o los mismos belgas, señalados al inicio del torneo para ser protagonistas.

Del otro lado estuvo Croacia, un equipo con toda la herencia de la antigua Yugoslavia, territorio de tradición futbolera, encargado de surtir de jugadores a Europa. Entre sus figuras, está la de uno de los mejores jugadores de los últimos años: Luka Modric, quien ya ganó un Balón de Oro (en época de Messi y Cristiano) y quien ha movido los hilos en la media cancha del Real Madrid desde hace casi una década. El capitán de 37 años de edad puede decir que ha permanecido en la élite durante dos justas mundialistas consecutivas, como titular y en perfecto estado físico. Al final el torneo, la estampa no tiene precio: Modric, abrazado por su familia.

El combinado croata se tomó en serio este último encuentro. A diferencia de su rival en turno, que nunca había llegado a tales instancias, Croacia venía de conseguir un subcampeonato del mundo. Este año, lograron despedirse de la Copa con un triunfo vistoso ante un muy digno rival; nadie podría creer que “solo” se disputaba ser el tercer lugar, porque, a fin de cuentas, es más que solo una posición en la tabla. Se trata de salir victorioso.