Padecemos este infiernito con poca energía y mucho malestar. Es muy común que el primer comentario que hay entre dos desconocidos, entre visitas que recién llegan, entre familiares que se saludan, se refiera directamente al clima, pero con este perro calorón, incluso, da flojera voltear a ver a la gente.
Desde hace varios años nos cocinamos lentamente, en especial quienes caminamos bajo este sol ingrato. ¿Quién en su sano juicio quiere salir a la calle con estas temperaturas? Nadie, pero estamos obligados a salir, al menos la mayoría, y no nos queda más que renegar de nuestra suerte. La calle es una plancha.
Con este calorón ni la sombra del fresnito refresca, porque el aire sopla como si fuera una secadora. Hace unos días lavé mis cachuchas y las colgué en el patio, conté el tiempo en que se secaban: 15 minutos y ya estaban todas tiesas. El horror.
Me desplazo por la ciudad mayormente a pie, lo que significa recibir toda la radiación en mi cara, mis brazos y, en especial, en mi nuca, porque el sol lastima mis ojos y me obliga a caminar con la cabeza agachada, como si fuera buscando centavitos tirados.
Si bien uno se cocina lentamente cuando se desplaza por la calle, la cosa cambia al desplazarse en transporte público: la cocción aumenta. Esas malditas latas interestatales que llevan la nomenclatura Torreón-Gómez-Lerdo son un horno sobre ruedas.
Hace días se descompuso el hidro de mi casa, lo que hace que la presión no sea suficiente para que el aparato de aire se irrigue de manera constante durante la noche, es decir, dormir es una tragedia. He despertado sudando, en calzones y sin consuelo. Mientras, mis gatas se derriten en el pasillo. El ventilador de techo es incapaz de combatir la lumbre que el aparato de aire escupe. Pero apagarlo es peor, porque significa que no corra nada de aire y que la sensación de ir a bordo de un Torreón-Gómez se alargue.
Todas las cosas que padecemos normalmente se vuelven insoportables durante el verano.
Tengo la imagen muy clara de un video de Santana, el de Smooth, con Rob Thomas, en donde un ventilador gira dolorosamente dándole de lleno en la cara a una chica que parece aburrida. Aburrida nada más, porque no se ve que sufra el calor, y por eso mismo ella y los vecinos y los músicos hacen una fiesta en la calle, donde todos bailan y beben y son felices, sudados, pero felices.
Si lo que ocurre en ese video sucediera en la vida real todo sería muy distinto, habría golpes de calor e insolaciones en todos aquellos que decidieran ponerse a bailar en medio de la calle. Envidio a la chica aburrida que aparece en el video, porque el aburrimiento no es opción con este pinche calor.
Tengo entendido que la cerveza ha incrementado su venta debido al horrible clima, y no es para menos, ¿qué nos queda sino ser alcohólicos? Sin embargo, me irrita la imposibilidad de no refrescarme constantemente con una cerveza.
Durante mucho tiempo pensé que la única manera de conciliarnos con el calor era un trago o dos, pero lo cierto es que eso ya sólo es un paliativo, además es una mentira, porque uno es alcohólico aun cuando hace frío.
La mejor manera de evitar este absurdo clima es huyendo. Pero aquí no somos ningunos cobardes, además, ¿a dónde iríamos?