Minari fue uno de los 6 filmes que en la pasada entrega del Oscar acumulaban igual número de nominaciones. Sólo obtuvo la estatuilla de Mejor Actriz de Reparto para Youn Yuh-jung. Fue ella quien nos regaló el único chispazo de buen humor de la somnífera noche.
La película aborda la historia de una familia surcoreana que busca hacerla en grande en la agricultura estadounidense durante los años ochenta. Quien recuerde la situación económica rural de ese país en los años de Ronald Reagan ya se irá imaginando lo que le espera a la familia.
Tras años trabajando en granjas de pollos y viviendo precariamente, Jacob Yi (Steven Yeun) convence a su esposa Monica Yi (Han Ye-ri) de mudarse a Arkansas e invertir todos sus ahorros en una parcela con casa incluida.
Los acompañan sus hijos Anne (Noel Kate Cho), una pequeña más madura de lo que podría esperarse de sus nueve o diez años; y David (Alan Kim), un niño de siete cuyos problemas cardíacos son la mayor preocupación de su mamá.
Monica no puede ocultar su decepción al llegar al destino prometido. El terreno es amplio, el paisaje es verde y está cubierto por un limpísimo cielo azul. Sin embargo, la morada está lejos de ser lo que ella esperaba: una casa rodante es todo lo que hay.
Poco a poco descubrirá que lo único verdadero del plan que su esposo le pintó es que invirtió todos sus ahorros en ese pedazo de tierra. Jacob Yi no quiere poner una granja de pollos y aprovechar su expertiz, sino cultivar vegetales surcoreanos.
Sabe que en los últimos años han llegado a Estados Unidos muchos coterráneos que como él añoran la comida de su país. No encuentro fallas en su lógica. Pero Monica sí.
La desconfianza hacia las decisiones de su esposo y sobre todo su falta de claridad comienzan a convertirse en un problema serio. Las discusiones entre la pareja se hacen cada vez más frecuentes y afectan el estado de ánimo de sus hijos, sobre todo de David.
En medio de la guerra matrimonial surge la oportunidad de tregua cuando Jacob acepta que la madre de Monica, Soon-ja (Youn Yuh-jung), venga desde Corea del Sur para apoyarla. Así es como David y Anne conocerán a una abuela muy sui géneris.
Soon-ja ni siquiera parece una abuela, reclama David: no hornea galletas ni lee cuentos, sino que gasta su tiempo viendo películas o en juegos de azar y soltando groserías a la menor provocación. Su singularidad terminará siendo la base de una estrecha relación entre ambos.
En tanto, las vicisitudes de la familia no disminuirán. Los planes de Jacob se ven amenazados por la falta de agua, su poca o nula experiencia en el comercio, las dificultades de salud y hasta los accidentes. ¿Hasta dónde llegará la paciencia de Monica?
Minari es una historia íntima, está basada en la propia vida de su director y guionista Lee Isaac Chung. Tiene aspectos a su favor, como la foto, las actuaciones y los temas que aborda en un tono que se mantiene fiel a sí mismo, sin ceder a la tentación de politizar o teorizar.
Sin embargo, en ese afán el guion comete algunos excesos y llega al melodrama. La tensión entre Jacob y Monica se transmite en algunos momentos de modo contenido, un tono que le sienta bastante bien para mi gusto, pero que en otros se desborda en emociones con tal de conmover.
En ese sentido, la relación entre la abuela y los nietos, especialmente entre ella y David, funciona mejor porque debajo de lo que no se dice o se ve intuimos un caudal de emociones incluso contradictorias entre las que en algún punto brilla la ternura.
Te recomiendo Minari si te gustan las historias sobre las dificultades que atraviesan los migrantes para alcanzar el “sueño americano” y también si lo tuyo es el drama y puedes tolerar algunas dosis de melodrama.