‘Madame Curie’, una oportunidad mal aprovechada

En Netflix está disponible desde hace un par de semanas la película Madame Curie (Radioactive, 2020) un filme de la historietista y directora Marjane Satrapi que busca mostrar la complejidad de la vida de la única mujer que ha ganado dos veces el Nobel. ¿Lo logra?

Una soleada mañana de julio de 1934, la célebre científica de origen polaco Marie Curie (Rosamund Pike) se desploma poco después de entrar a su laboratorio en París. Ese es el pretexto que se emplea en la peli para llevarnos de paseo por las remembranzas de esta fascinante mujer.

En la antesala de la muerte, lo primero que recuerda Marie Curie es el día en que conoció al hombre que sería su esposo, el también científico Pierre Curie (Sam Riley), quien falleció en 1906; así como la animadversión de la Academia que la orilló a trabajar junto a éste.

El hecho de que ambas mentes se encontraran y sumaran esfuerzos, se sabe, cambió la historia del mundo. Al ver el potencial de las investigaciones, pero sobre todo la genialidad de Marie, Pierre abandonó las suyas para colaborar con ella.

Fruto de ese trabajo son los trascendentales avances en el campo de la radioactividad gracias al descubrimiento del radio y el polonio, por los que Marie recibiría dos premios Nobel: el primero de Física (1903) junto a Pierre y el segundo de Química (1911) en solitario.

La película intenta hacer un retrato de la compleja personalidad de Marie Curie presentándonos la manera en que confrontaba a la Academia de Ciencias de Francia, a sus colegas y a su propio marido, pero pone especial énfasis en la depresión que atravesó tras la muerte de Pierre.

Misma que la llevaría a comenzar una relación con su colega Paul Langevin (Aneurin Barnard). Al ser él un hombre casado y Marie Curie una celebridad, fue fustigada por la prensa y en la calle a tal grado que su vida privada estuvo a punto de opacar sus logros científicos.

Los pasajes de la vida de la extraordinaria científica, en los que también se asoman los dilemas éticos en torno a sus descubrimientos, las sospechas de los daños que podrían causar y la imposibilidad de entender sus alcances, se intercalan con recreaciones de momentos afortunados y desafortunados en que la humanidad los ha utilizado.

Por un lado, vemos los tratamientos contra el cáncer y, por el otro, los bombardeos atómicos y el accidente de Chernóbil.

Ni la efectiva actuación de Rosamund Pike ni la breve pero chispeante aparición de Anya Taylor-Joy como Iréne, hija de la científica, logran elevar la calidad de la película Madame Curie. El tono melodramático hace que se sienta como película para tele o documental barato.

La perspectiva feminista es para mi gusto forzada porque los personajes parecen demasiado conscientes de las situaciones -entonces normalizadas y cotidianas- que dejaban en desventaja a las mujeres.

Una lectura crítica a la distancia claro que llegaría a las mismas reflexiones que en la cinta forman parte de los diálogos, lo que le confiere un aire panfletario.

Es una lástima porque la figura de Marie Curie me parecía una gran oportunidad para dimensionar los distintos grados de desigualdad que han experimentado las mujeres históricamente, determinados también por otras circunstancias como la clase social, la educación, la religión, etcétera.

Y cómo cada una ha asumido las desventajas y ha buscado abrirse camino según el lugar donde está parada, no siempre bajo una consciencia de género basada en la teoría.

En fin, no la recomiendo más que para quienes no sepan absolutamente nada de Marie Curie o para los fans de Rosamund Pike y Anya Teylor-Joy. Es difícil que el resto encuentre algo que no sepa de una mujer tan adelantada a su época en muchos sentidos.

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