Desde el inicio de las medidas restrictivas por causa de la pandemia de la COVID-19, cada que salgo a la calle realizó un ejercicio tan sencillo como infausto.
Cuento a los viandantes que portan cubrebocas y a los que andan por la vida a rostro descubierto.
Por lo general, concluyo el ejercicio nada más alcanzar la centena.
A últimas fechas ganan los que usan tapabocas.
Todavía no registro un resultado abrumador a favor de ese bando.
Lo común es que vayan, como suele decirse, parejeando.
¿Cuáles son las causas de que aún cuando el 2020 fue un año echado a perder por la enfermedad todavía encuentro decenas de individuos en la vía pública sin la protección elemental para impedir un contagio?

He formulado esa pregunta, en distintos momentos de la contingencia, a médicos, profesores, colegas y demás personajes que, por alguna razón que desconozco, siempre están dispuestos a charlar conmigo sobre temas que nos afectan como sociedad.
Comparto, de forma breve, coincidencias en que han incurrido mis interlocutores:
Ausencia de liderazgos:
Aplica para los planos local, estatal y nacional. La clase gobernante en cada caso, y la clase política en general, sencillamente no cuenta entre sus filas con activos que sean capaces de influir en el ánimo popular de modo que las recomendaciones sanitarias sean acatadas por la mayoría de la población.
Valemadrismo mexicano a ultranza:
Tanto en su vertiente fatalista, bien ilustrada por José Alfredo con aquello de “No vale nada la vida”, como en su faceta majadera, el “me vale” que actúa contra toda lógica y sentido común.
Ignorancia:
La definición de esta palabra (falta de instrucción o de conocimientos) posibilita que a estas alturas del partido todavía haya individuos que no “creen” en la existencia del virus.
Hambre:
Muchas personas no piensan, y con razón, en otra cosa que no sea conseguir el sustento para las próximas horas. Aquello de “vivir al día” no les hace justicia, viven para la próxima comida, Si no jalan, no hay papa. De algún modo, esa preocupación elimina toda competencia.
Si naciones con líderazgos más eficaces, con poblaciones mejor preparadas y con menos pobreza en sus haberes han sufrido a causa de la Covid-19, ¿qué oportunidad tenía un país llamado México, una entidad llamada Coahuila (o Durango), una región llamada La Laguna de salir bien librado de este tornado epidémico categoría 5?
Ninguna.
En estas líneas, amable lector, no hallarás culpables, ni por incompetencia ni por omisión ni por ninguna causa. Considero que se trata de un ejercicio estéril.
Mis únicas intenciones son:
a) invitarte a reflexionar sobre los tópicos aquí versados, y
b) pedirte que, en la medida de tus posibilidades, contribuyas a que, en mis salidas de casa en busca del sustento, si coincido contigo o con alguno de tus seres queridos, amigos o conocidos, no te incluya, ni a los tuyos, en el bando de quienes avanzan por el pandémico escenario sin la prenda protectora.
En estos días en que la solución definitiva sencillamente no existe, apliquemos los remedios provisionales que están disponibles.
Fotos de Ilyuza Mingazova y Tai’s Captures en Unsplash