1. d4 Cf6 2.c4 Cc6. De ese modo se representa, conforme al sistema de notación algebraica de los trebejos, la defensa mexicana, también conocida como defensa tango de los dos caballos.
Si uno busca más aportes a la escena ajedrecística mundial con sello mexicano sólo encontrará otros dos:
a) el ataque Torre (1. d4 d5 2. Cf3 Cf6 3. Ag5) y
b) el método del molinillo.
Este último consiste en barrer del tablero trebejos enemigos gracias a que dos piezas, la torre y el alfil por ejemplo, someten a fuego cruzado al rey rival.
Protegida por el alfil, la torre da jaque y obliga al monarca en peligro a ir a un escaque donde queda a merced del bufón de las diagonales. Cuando la torre se retira para comer una pieza en su órbita de acción, se produce un jaque a la descubierta con el alfil que obliga al desvalido rey a regresar a la casilla donde la torre, como un búmeran, regresa para volver a mandarlo a la diagonal funesta.
Las tres creaciones son frutos del mismo árbol: Carlos Torre Repetto.
El 29 de noviembre pasado fue el aniversario 116 del natalicio del genial yucateco, máximo exponente de los trebejos que ha dado la nación mexicana.
¿A qué alturas llegó?
Una víctima de su defensa fue el estadounidense Frank Marshall, retador del título mundial de ajedrez en 1907.
El molinillo fue aplicado, con célebre éxito, sobre la figura de Emanuel Lasker, todavía dueño del reinado más largo (27 años) en el deporte ciencia.
Para los apasionados de los trebejos hay un documento histórico de gran valía disponible en Youtube: la película muda Fiebre de ajedrez (Shakhmatnaya goryachka, 1925), con la actuación estelar del cubano José Raúl Capablanca.
Su reparto incluye a varios de los jugadores más destacados de la época.
Al principio de la historia aparecen, enfrascados en pensante batalla, Torre y Marshall.
Interesarse en la biografía del trebejista yucateco es reservar sitio en el alma para lamentarse por lo que pudo haber sido y no fue.
El mejor jugador mexicano de la historia se retiró de la alta competición, aquejado por nerviosa enfermedad, a los 21 años de edad.
¿Qué hubiera sido del ajedrez nacional bajo la influencia de un artista capaz de doblegar a Lasker y de hacer tablas con genios de la talla de Capablanca y Aliojin (mejor conocido como Alekhine)?
¿Tendríamos una cantidad mayor de jugadores de élite?
¿Sería la Federación Nacional de Ajedrez de México (Fenamac) la cuestionada organización que es hoy día?
Estas preguntas, y los escenarios que de ellas se derivan, son desviaciones de la línea principal, una que no ha favorecido a las piezas nacionales.
Los mexicanos jugamos, y mucho, pero avanzamos poco.
El año pasado se movió por las casillas blancas una iniciativa en el Senado para que el juego de reyes se convirtiera en una estrategia pedagógica en las escuelas del país.
Por las casillas negras sucedió que la Asociación de Ajedrez UNAM se declaró harta de la Fenamac.
México tiene, el dato es de la FIDE, cuatro grandes maestros (Gms).
Sin considerar el título de Campeón Mundial en poder del noruego Magnus Carlsen, el de GM es el máximo logro que puede obtener un trebejista.
A diferencia de la corona del orbe, una vez ganada la calidad de GM jamás se pierde.
Según datos de la Federación Internacional de Ajedrez, Rusia posee la mayor cantidad de Grandes Maestros (256), seguido por Estados Unidos (101), Alemania (96) y Ucrania (93).
En el continente americano, la nación mexicana es superada por Cuba (27), Argentina (23), Brasil (14), Canadá (14), Colombia (9), Perú (8), Chile (6) y empata con Paraguay.
En el vecino del norte llevan más de cuatro décadas buscando al nuevo Bobby Fischer, es decir, a un genio capaz de convertirse en el segundo norteamericano en ganar el título mundial de ajedrez.
Si para alcanzar el objetivo tienen que comprar jugadores foráneos, que así sea.
En nuestro país no hay prisa por reverdecer ajedrecísticos laureles.
A falta de representantes nacionales en las primeras filas del deporte ciencia, podemos preguntarnos con cierto dolor, como hace el periodista español Leontxo García, hasta dónde hubiera llegado nuestro homérico Torre con una salud normal.