Fiebre guinda

Interior Estadio Revolucion beisbol Algodoneros

Ser aficionado de los Algodoneros no cosa fácil. Se sufre. Lo sé porque desde niño he visitado el Estadio de la Revolución.

Mis primeros recuerdos se remontan a una fotografía impresa (como se usaba antes) justo en el centro del diamante con camisola puesta. Era el uniforme del lugar donde trabajaba mi padre, de ahí heredé la afición.

Nunca fui jugador (lo mío es la pluma y la copa), así que me conformé con ver el juego desde la tribuna.

Busqué transmitir ese sentimiento al pequeño Jeremy, pero luego de sus primeros encuentros (hace ya varios ayeres), me cuestionó: “¿Por qué siempre le vamos al que pierde?”.

Y no es que le fuéramos a distintos equipos en cada juego, siempre era al mismo, Laguna. Pero lo que presenciábamos solían ser derrotas.

En esta temporada mágica, luego de un año de ausencia de la Liga, veo historias parecidas en dos amigos; ambos relacionan una especie de maldición a sus respectivos vástagos y la escasez de triunfos en casa: cada que los infantes asisten, el equipo pierde.

En el año de la redención, ambos menores pudieron celebrar; ¡y vaya clase de triunfos! Justo en playoffs.

La campaña en Torreón ha sido una fiesta memorable. En plena pandemia, el aforo ha ido en aumento y se han registrado entradas sostenidas como nunca antes, al menos en mi memoria.

El guinda inundó las gradas, como fiebre de verano, aderezada con música, folclor y baile. Cerveza y alimentos, claro está.

Surgieron nuevos personajes en la tribuna, enmascarados. Volvieron las Algodoneritas. El sonido local es una inagotable fuente de puntadas y disparates que mantienen atento al más distraído.

La comida, el ambiente… volvió la afición al estadio y, en el camino, se han unido nuevos integrantes.

Será el encierro previo, será la pandemia, será el sereno, pero hay vida en el Revolución.

En el campo, un róster plagado de jóvenes y algunos estelares se baten ante el actual líder de la Liga, no solo de la Zona Norte, no solo de este año; el líder “robó” durante la temporada regular precisamente en su campaña debut y lo ha hecho mejor que los líderes pasados. Un trabuco armaron en Guadalajara para cantar fuerte y no pasar desapercibidos. Sin discusión.

Sin embargo, una serie que en el papel pudo ser una barrida a su favor, se complicó en la Comarca.

Los primeros tres juegos fueron palizas para la novena guinda. ¿Desesperanza? Quizá para algunos, pero el estadio siguió mostrando su mejor cara y el apoyo no paró.

Para el cuarto encuentro, ante prácticamente un lleno, la casa se llevó el triunfo para alargar la serie por lo menos a uno más.

El quinto llegó con cuatro carreras en contra desde la misma primera entrada; errores que se reflejaron pronto en la pizarra.

Siguieron argollas para los dos bandos hasta la sexta; el local acortaría distancia gracias a un cuadrangular de Campoy con dos a bordo.

En la séptima, se produciría el empate y finalmente, en la octava, un jonrón solitario de Carlos Rivero pondría las cifras finales.

Algodoneros habría gestado la remontada del año ante el mejor equipo del circuito veraniego en el mejor escenario.

Después del out 27, aquello estalló. Fuegos artificiales como si se hubiera ganado una final (o avanzado a una, siquiera) cuando aún estábamos un juego abajo en la serie. ¡Pero es que esa catarsis era tan necesaria!

La serie contra Mariachis regresó a Guadalajara para que para que allá, en su casa, pudieran sellar su pase… pero no contaban con el estado de gracia algodonero.

Hoy se definirá este duelo en un séptimo encuentro, porque los guindas aún tuvieron algo más qué decir y se metieron al Panamericano a seguir dando pelea.

Hoy, no importa si toda esa gente que habitó el estadio durante este año era o no aficionada antes al béisbol. Si distinguen entre un foul o un strike. Si saben lo que significa “bola ocupada” o incluso si no entienden el sistema de clasificación; hay comunión, hay alegría, hay sabor a triunfo.

Algo tendrá que hacer la directiva del club para mantener así a la tribuna el año que viene.

Algo tendrá que hacer con el equipo para seguir dando pasos hacia donde todos queremos ver a este equipo.

Quedará 2021 como evidencia y testigo de las emociones que puede provocar el juego de pelota cuando se juega con garra y corazón.

Ahora imagínense qué sería si tuviéramos a un equipo acostumbrado a ganar.