Discriminación

ciclovida colon torreon ciclovia

Francisco Valdés Perezgasga

Si me preguntan por qué pienso en la discriminación estos días mi respuesta sería compleja.

En parte es por lo que estoy leyendo (La Barranca: una familia, una fotografía, una masacre en el holocausto revelada, de Wendy Lower). Es el testimonio de una historiadora que, al toparse con una foto terrible —el momento preciso de la ejecución de una madre judía y sus dos hijos pequeños al borde de una fosa en Ucrania— se lanza a indagar todo sobre los participantes en la escena.

En parte también pienso en la discriminación y el odio al diferente a causa de la campaña de corte fascista emprendida por la directiva de Morena (Mario Delgado, Citlali Hernández) en contra de diputados que votaron diferente a lo que ellos querían.

Para mayor INRI, esta campaña se centró en la persona del ¿único? diputado judío, Salomón Chertorivsky.

Aunque parezca cosa menor, que no lo es, pienso en la discriminación por la intención anunciada, por el Municipio de Torreón y algunas asociaciones gremiales y empresariales para reubicar o quitar o reducir la ciclovía de la Colón, la Ciclovida.

Todo este remolino mental es importante y es relevante. Como para escribir de ello. Pero hoy me centraré en la actitud de ciertos grupos de poder torreonense en relación a quienes nos movemos en bicicleta.

La bici ha sido considerada como el vehículo de los parias. En el mejor de los casos, se ve como un juguete para adultos chiflados. Lo sé porque he sido ciclista urbano durante 32 años.

Con la aparición de Ruedas del Desierto, hace 11 años, se reivindicó su uso como el medio de transporte más limpio y eficiente para nuestras ciudades. Un vehículo que trasciende clases sociales, edades y cualquier tipo de diferencia. Un vehículo democratizador.

Para que la bicicleta cumpla su promesa de salvadora de nuestras ciudades, quienes la usamos necesitamos infraestructura cómoda y, sobre todo, segura. De ahí que la demanda de ciclovías ha sido una constante desde hace 11 años.

Las ciudades laguneras requieren de espacios seguros para la bici. Mucha gente dice que usaría la bicicleta pero le da miedo. Una infraestructura bien diseñada, abundante e interconectada resuelve este problema.

En 2013 realizamos una acción de urbanismo táctico y pintamos, por nuestras pistolas, una ciclovía en la Colón. Para 2018, al iniciar la gestión de Jorge Zermeño, se anunció una ciclovía ahí.

La reacción del poderoso —y minoritario— sector cochista no se hizo esperar. El alcalde se acobardó y archivó el proyecto.

En 2020, en plena pandemia, aparece una convocatoria de la SEDATU para, en consonancia con una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud, las ciudades mexicanas compitan por el financiamiento de un estudio de ciclovías emergentes como una medida alterna de movilidad al transporte masivo —y la concomitante proximidad de los pasajeros— que redujera el riesgo de contagio por coronavirus.

Torreón fue una de las ciudades ganadoras. Se hizo el estudio con financiamiento de GIZ, la agencia alemana para el desarrollo. Se retomó y afinó el proyecto archivado a inicios de 2018. Se instaló la ciclovía emergente. Se hicieron aforos para ver su uso.

Yo participé en esos aforos. Mi puesto, en Colón y Morelos, de 7 a 8 PM mostraba alrededor de cuarenta ciclistas por hora en uno de los cuerpos de la calzada.

La mayoría de estos ciclistas eran trabajadores de la construcción —albañiles, pintores— que volvían de la zona del boom de la construcción del norte de la ciudad a sus viviendas del sur.

Con un estudio del IMPLAN y de la Dirección de Movilidad no Motorizada de Torreón el Ayuntamiento decidió que lo permanente fuera definitivo y así nació la Ciclovida.

Hoy, en una mezcla de revanchismo político y de clasismo desatado, se plantean modificar, recortar o, de plano, quitar esa primera muestra de infraestructura decente para quienes nos movemos en bicicleta.

Lo único que debe hacerse con la Ciclovida es prolongarla, darle mantenimiento y conectarla con otras ciclovías igual de bien hechas.

A medida que se interconecten más ciclovías el número de personas en bici subirá exponencialmente.

Como toda infraestructura, la Ciclovida necesita madurar y, como dice la película “El Campo de los Sueños”: si la contruyes, vendrán.

No permitamos una agresión artera contra la convivencia, el progreso, el aire limpio y el bienestar de los torreonenses.

Foto de portada: Implan Torreón, disponible en Facebook
Lo más reciente
La Paz hace mal uso de fondo y provoca veto de Conagua, mientras que población padece sequía