¿Su administración tiene problemas con la sociedad civil? ¿Hay en su parcela de poder quienes no se conforman con sólo participar de la cosa pública cada tres o seis años? ¿Esa ciudadanía revolucionada le demanda abrir espacios de discusión sobre las decisiones que toman usted y su camarilla?
¿Sus gobernados han llegado a expresar el insano deseo de que se utilice el recurso de la consulta ciudadana para decidir qué obra pública debe ejecutarse durante su mandato? ¿Ya lo hartaron las voces que demandan mayor transparencia, una mejor rendición de cuentas y que su administración brinde resultados satisfactorios para la población?
No se preocupe. Existe una solución a su problema.
La presentamos la única, la inigualable figura del Cocoreci, Consejo Consultivo con Representación Ciudadana.
Esta maravilla es un logro inigualable de la ingeniería política.
Tienen dos velocidades (la estándar, o lenta, y la hiper, o más lenta) para administrar atole con el dedo a los gobernados que no saben hacer otra cosa que criticar y exigir, como aquellos rijosos de los sesenta, mayor participación en el ejercicio gubernamental.
Es fácil de usar, sí, usted puede usar y disponer de este producto como le venga en gana, y gracias a sus características legales, simplemente no tendrá ninguna obligación para con los asuntos que ahí se aborden.
Sí, escuchó bien: ninguna obligación.
Programe en modo “Recomendación” a los componentes ciudadanos del equipo y así podrá elegir lo que quiera escuchar, y lo que no, todo el tiempo.
Todo el tiempo, usted tiene el control.
Es una forma refinada de escuchar la voz de la ciudadanía sin tener que prestarle atención, como si fuera un dulce ruido blanco o la recomendación de un organismo de derechos humanos, aunque a diferencia de ésta última, jamás producirá efectos colaterales (cólicos, jaquecas, berrinches o una llamada para preguntar “¿Qué pasó compadre, pos no que éramos amigos?”.
No lo piense más. Adquiera el Cocoreci ahora.
Calle bocas de aquellos que lo critican por:
• la opacidad de su administración,
• los dudosos criterios de los que se vale para definir las obras prioritarias de su gobierno,
• los nulos resultados que ofrece en temas que afectan directamente la calidad de vida de la población.
El Cocoreci es sumamente versátil. Puede aplicarlo a prácticamente cualquier problemática donde salte algún gobernado o colectivo que eleve la voz por encima de lo que permite su sensibilidad electoral.
¿Recibe quejas por la forma en que se gasta el presupuesto? Forme un Cocoreci de transparencia de las finanzas públicas.
¿Le piden que su gobierno sea amigable con el medio ambiente? Forme un Cocoreci ecológico.
¿No puede hacer nada contra la actividad delictiva y le urge vender la idea de que se está haciendo algo por mejorar la situación? El Cocoreci de Seguridad Pública funciona como válvula extraordinaria para ese tipo de olla a presión. Jamás se obstruye.
Agua Potable, Planeación Urbana, Centro Histórico, Movilidad, Transporte, Deporte, Cultura… la imaginación es el límite y un consejo ciudadano es la respuesta.
Si carece de imaginación, no se preocupe, limítese a copiar las experiencias de usuarios de otras demarcaciones, niveles de gobierno o países.
Para que brinde resultados óptimos, no olvide situar a miembros de su camarilla en los mandos del Cocoreci.
Programe las sesiones de su Consejo Consultivo cada dos o tres meses. De ese modo, pasarán años antes de que alguien pueda demostrar que no ha servido para maldita la cosa.
Otra bondad del producto es que jamás entrará en su umbral auditivo la voz del ciudadano de a pie. Cada Cocoreci viene con filtros académicos, empresariales y profesionales a modo. Una chulada.
Para cuestiones más delicadas, hay una edición especial del Cocoreci con filtro de organizaciones no gubernamentales que no por persistentes dejan de ser educadas.
Si usted es fanático del control, y sabemos que lo es, active la función “voz, pero no voto”. Así podrá mantener raya a las presencias incómodas dentro de las sesiones y sacar adelante las votaciones unánimes que lucen en papel y hablan muy bien de sus iniciativas o proyectos ciudadanizados.
Mate varios pájaros de un tiro con su Cocoreci.
El Cocoreci es esa forma refinada de decir “el modo de gobernar está cambiando, es más abierto” sin tener que agregar “y seguimos igual”.
Adquiera ya su Consejo Consultivo y póngalo a trabajar, lo que sea que eso signifique para sus intereses.
No tema que ninguno de los componentes se salga del huacal. Su funcionamiento está garantizado.
Si en un momento dado alguno de sus consejeros ciudadanos no gira como debe, haga uso de las causales de expulsión incluidas en las características legales del producto.
Una vez liberado el espacio, rellénelo con otro representante de alguna cámara empresarial, colegio de profesionistas o académico que sí se preste a trabajar como a usted le convenga.
El Cocoreci trae integrada una cámara de baja resolución. Con ella, usted y sus consejeros podrán tomarse fotos durante las sesiones y actividades al aire libre que lleven el membrete del Consejo.
Esas imágenes, que hacen las veces de salario mínimo percibido por sus consejeros ciudadanos, se ven muy monas en redes sociales. (Los arreglos tras bambalinas con cámaras, colegios y académicos son responsabilidad del usuario y sus operadores).
Y tienen otra utilidad.
Tome varias, distribúyalas en unos veinte o treinta documentos en blanco, añada un par de líneas de texto y ¡listo! Ya tendrá su informe de resultados del Cocoreci.
No lo piense más. Adquiera ya su Consejo Consultivo con Representación Ciudadana.
Comunique a su camarilla inmediatamente que ha decidido formar Cocorecis a diestra y siniestra.
No se deje engañar por imitaciones. El único e inigualable Cocoreci es la herramienta soñada por los gobernantes.
Útil, maleable y totalmente inocuo, como debería ser toda la ciudadanía dentro de una democracia representativa.
Nota: No es la intención de La Plaza Pública hacer mofa de los representantes ciudadanos que integran los Consejos de todo tipo surgidos para tratar asuntos de importancia, cuando no trascendentales, en la vida de un municipio.
El modo en que se emplea esta figura y su utilidad, en cambio, sí que merecen ser material para elaborar una crítica, así sea a modo de infomercial de mal gusto.