Entrevista Patricia Rosas Lopátegui (PORTADA)

Elena Garro es la escritora más polifacética de la literatura en lengua española: Patricia Rosas Lopátegui

En este 25° aniversario luctuoso de Elena Garro, su biógrafa Patricia Rosas Lopátegui, asegura que uno de los actos que pueden mitigar la leyenda negra que aún existe alrededor de la escritora, es leyendo sus diversas facetas como narradora, desde su dramaturgia y novelas, hasta las entrevistas periodísticas que realizó a mujeres inmersas en la cultura mexicana. 

“Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga…”

Estas fueron las primeras líneas que Patricia Rosas Lopátegui, profesora, ensayista e investigadora, leyó de la amplia y prolífica obra de la escritora poblana Elena Garro. 

Era la primavera de 1977 cuando, al cursar la carrera de Letras Españolas en el Tecnológico de Monterrey, Patricia tuvo en sus manos las copias fotostáticas de Los recuerdos del porvenir, la novela más reconocida de la escritora que este 2023 cumple sesenta años de haber sido publicada.

Desde ese momento, en palabras de Rosas Lopátegui, Elena Garro “se instaló en su imaginario”, impulsándola a investigar, promover y publicar una robusta obra en torno a la vida y obra de la escritora, mientras busca cuestionar y disipar la leyenda negra que, desde hace más de treinta años, ha eclipsado a una de las mejores escritoras de habla hispana.

Cuando empezaste a leer, investigar y promover la vida y obra de Elena Garro, ¿en algún momento imaginaste que ibas a ser un referente actual para hablar de la escritora?

No, nunca me pasó por la cabeza. Cuando leí por primera vez a Elena fue en la primavera de 1977 y quedé realmente deslumbrada con esta autora porque me di cuenta que era muy diferente, muy distinta a todo lo que estábamos leyendo en la carrera de Letras Españolas allá en el Tecnológico de Monterrey. 

Estábamos leyendo a muchos escritores mexicanos hispanoamericanos y de la literatura universal, a los clásicos, pero principalmente a los hombres, es lo que predominaba. Aunque leímos también a Virginia Woolf, a Simón de de Beauvoir, algunas cosas de ellas, pero de las escritoras mexicanas a mí me me sorprendió muchísimo toparme con Elena Garro, con una autora tan distinta, por el manejo de lenguajes, todas sus metáforas, su lirismo. Me parecía tan espectacular realmente, porque cada frase que tú tomas de Elena Garro, en cualquiera de sus obras, es realmente deslumbrante. Su dominio del lenguaje, su sensibilidad.

En un seminario de literatura mexicana habíamos leído escritores sobre la Revolución: Martín Luis Guzmán, Mariano Azuela, Rafael Muñoz. Pero cuando llegamos a Elena, que hace toda una deconstrucción de la historia oficial de la Revolución, me sorprendió muchísimo. 

Sobre todo, tenemos que considerar que estábamos en 1977, que había mucha represión, no había libertad de expresión, había mucha censura. Entonces, realmente quedé muy sorprendida con Elena Garro y a partir de ahí me despertó el interés porque había un absoluto silencio en torno a ella.

Además, tenemos que recordar que en los años setenta, ochenta, cuando yo la empiezo a trabajar, estaba vetada, ni siquiera los escritores, escritoras que la habían conocido, querían hablar sobre ella, no circulaban sus obras. En clase sacamos copias fotostáticas del libro de la maestra para leer Los recuerdos del porvenir.

Además, tenemos que recordar que en los años 70-80, cuando yo empiezo a trabajar a Elena Garro, pues todo estaba vetado, ni siquiera los escritores, escritoras que la habían conocido, querían hablar sobre ella. No circulaban sus obras.

Yo en ese momento empecé a escribir sobre Elena, hice un trabajo muy amplio sobre Los recuerdos del porvenir. Sí tenía completamente en mi radar que Elena era mi proyecto de vida. Eso sí, me quedó muy claro desde que leí esa novela..

Yo me preguntaba quién era esa escritora, por qué estaba tan olvidada, tan vetada, por qué nadie hablaba de ella. Yo pensaba: aquí hay gato encerrado, porque en ese entonces estaba la autocracia del PRI. Cuando empecé a trabajar sobre ella, muchos de mis compañeros me decían, ¿por qué trabajas a Elena Garro?, ¿qué no sabes que fue la traidora, que fue la causante del movimiento estudiantil?

Y yo decía que una escritora que critica al gobierno de esa manera, no pudo haber sido una traidora, algo no me cuadraba. Ahí me quedó claro que iba a ser mu proyecto de vida.

Cuando leíste las copias fotostáticas de Los recuerdos del porvenir, fue la maestra Nora Guzmán quien les abrió el mundo a las lecturas de Elena, ¿crees que haya tenido una intención particular de implantar un interés en la autora?

Fíjate que en los primeros años de la pandemia, hace unos tres años, a mí me surgió la misma pregunta. Porque por décadas yo no estuve en contacto con Nora.

Terminé la carrera y en 1991 que Elena Garro regresó a Monterrey, porque le hicieron también varios reconocimientos en el Tec de Monterrey, vi a la profesora y le pregunté por qué nos había dado a leer esa novela y me dijo que durante sus años de estudiante, tuvo un profesor que le había dado a leer Los recuerdos del porvenir y a ella también le había parecido una novela fascinante. Y consideró que era importante que nosotros la leyéramos. 


Actualmente, ya con muchos años recorridos inmersa en la obra de Elena Garro, haberla entrevistado en tres ocasiones, ¿cuál sería tu lectura de lo que pasó en el 68, que es donde se dice que empezó esta leyenda negra alrededor de la escritora?

Tenemos que regresar un poco a la historia para contestar esta pregunta.

Yo me he dado cuenta que se repite esta misma diatriba de Elena, de que es “la traidora”, que denunció a los intelectuales, a los estudiantes. Y por otro lado, que Elena fue una loca, que persiguió siempre a Octavio Paz. 

Entonces, hay mucho mito y hay mucha desinformación y uno de mis propósitos principales es, precisamente, deconstruir, desmantelar todas estas leyendas negras en contra de Elena, que han impedido que los lectores y las lectoras se acerquen a su obra.

Para empezar, cuando publiqué El asesinato de Elena Garro (2005) fue para exponer mi búsqueda de lo que sucedió en el 68, porque a Elena la convirtieron en el chivo expiatorio.

Pero cuando me aboqué a este tema, descubrí que en realidad la leyenda negra en contra de Elena Garro no había comenzado desde el matrimonio con Octavio Paz, sino desde el noviazgo. Porque al haberse publicado las cartas de Octavio Paz a Elena Garro, de cuando eran novios, la compilación que hizo Guillermo Sheridan en Odi et amo: las cartas a Helena, pues ahí nos damos cuenta quién era Octavio Paz. Por más que Sheridan trate de justificar su autoritarismo, su pedantería, su machismo. Porque en esas cartas te das cuenta cómo Octavio Paz sí está enamorado perdidamente de Elena, pero está enamorado de una “mujer ideal”, de una mujer que él quiere moldear, que quiere construir a su medida, a sus intereses. No ve realmente a la mujer, a la compañera. 

Y todas las prohibiciones que le hace: no quiero que estudies, no quiero que te dediques al teatro, no quiero que hagas cine, no quiero que hagas esto, lo otro. En pocas palabras: sírveme a mí, ayúdame a mí.

Era un hombre muy ególatra, que aparentemente se interesaba en que ella estudiara, en que continúe con sus proyectos de vida, pero no es cierto, y esto está clarísimo en las cartas. Octavio Paz era un hombre tan, tan turbulento, tan conflictivo, que también hacía muchos tejemanejes en esa relación y creaba la idea de que Elena era una coqueta. Era una chica que no tenía muchos amigos, que le cerraba el ojito a uno y al otro y etcétera. Desde ahí comienza esa leyenda negra en contra de Elena, creada por Octavio Paz y, obviamente, secundada por los amigos, los varones. 

Y luego ya el casarse, obviamente Paz va a seguir afinando toda esa idea de esta Elena que no es obediente, que no se somete. Por supuesto que se revela, que cuestiona y hace lo que quiere. Que a pesar del yugo fuertísimo de paz, y de que se queda, digamos, 20 años sin poder escribir y sin poder publicar y sin poder hacer teatro ni nada, aún así, hay una rebeldía en ella.

Entonces, cuando ellos regresan a México a finales de 1953, después de vivir en Europa y en Japón una temporada, se reestablecen en México y ahí va a ser un periodo muy, muy trascendental para la vida de Elena Garro. ¿Por qué? Por un lado, Elena ya viene, obviamente, más madura. Yo creo que ya más harta de vivir bajo el yugo de Octavio Paz.

Y ella va a seguir revelándose, estando en México, en la segunda mitad de los años cincuenta. Moviéndose en esa élite, con los amigos intelectuales de Octavio Paz, con los que estará confrontándose constantemente.

Estoy segura que ahí se va a crear, es decir, se va a reforzar la leyenda negra creada por Octavio Paz. Entonces los intelectuales también van a detestar a Elena, la van a criticar, se van a mofar de ella porque, por decirte, si estaban hablando de equis autor, ella decía, “no, pues no, a mí no me parece el gran escritor. A mí no me parece que sea un creador, es un imitador, está repitiendo las estructuras de fulanito”, porque Elena tenía una formación muy sólida. Había leído ella a los clásicos griegos, latinos, españoles, ingleses, alemanes. Era una mujer muy  culta.

Los intelectuales se deslumbraban, por ejemplo, con La región más transparente de Carlos Fuentes. En 1958 todos estaban deslumbrados y Elena decía “nombre, esta es una novela mediocre» y escribió un artículo muy fuerte criticando la novela de Fuentes. 

Entonces, por un lado, vamos a tener esa corriente de una Elena que va a causar mucho, mucho malestar en el medio intelectual, porque no es una mujer que dice “ay, sí, la novela de Carlos Fuentes, qué maravilla” y a alabarla. Al único escritor que ella siempre decía que era un escritor, que consideraba de primera línea, era Juan Rulfo y Juan de la Cabada, pero de ahí en fuera, decía que no eran los creadores de primera línea, pero daba todos sus argumentos, por supuesto.

Y por el otro lado está la historia de ella dentro de los movimientos sociales..

En la segunda mitad de los años cincuenta es cuando ella se involucra en los movimientos sociales, en el activismo social. Comienza a defender a los campesinos de Ahuatepec, Morelos, que les estaban quitando sus tierras, los asesinaban, los metían a la cárcel, los envenenaban, etcétera.

Este activismo de Elena también va a provocar mucho malestar, no solamente entre los terratenientes y los oligarcas, sino también los políticos, pues quiénes son los dueños de las tierras en México, ¿verdad?, si no los políticos.

Para mí son claras dos grandes líneas las que van creando este descrédito en Elena, que va a desembocar en el 68. Es decir, hacia Elena ya había un malestar, desde hace décadas, porque no es la figura complaciente. Nunca fue una figura complaciente. Entonces, para 1965, ella agudiza su activismo social.

Ella era madracista de hueso Colorado, ella no pertenecía al movimiento estudiantil. Elena decía que el movimiento estudiantil no tenía una agenda política profunda para las necesidades del país, y que Madrazo sí lo proponía. 

Elena, por ese lado, va a estar constantemente siendo cuestionada, censurada, vilipendiada, por los intelectuales de izquierda. La criticaban y se mofaban de ella.

Pero entonces, después de la masacre del 2 de octubre, digamos que aquí viene el jaque mate para Elena, porque la acusan junto con madrazo y viene el descrédito, el acoso, la persecución, esa leyenda negra que todavía persiste hasta hoy, de que Elena fue la culpable, junto con Madrazo, de haber instigado a los estudiantes y llevarlos a la hoguera.

Fíjate nada más qué mentira tan grande. Elena ni siquiera pertenecía al movimiento. Ella lo criticaba, más bien. Se decía que los intelectuales eran los que mandaban a los chicos a quemar autobuses, a tomar las escuelas, y que ellos, los escritores, los intelectuales, se quedaban muy cómodamente en su casa, en sus escritorios. Y que lanzaban a los chicos a las protestas y ella criticaba eso, ese oportunismo de los intelectuales.

Si quienes critican a Elena Garro leyeran el texto que publicó después de ese suceso, “El complot de los cobardes», donde hace una crítica muy fuerte a todos los intelectuales y a ese movimiento, quizá cuestionarían más la idea que se tiene de que es una traidora, ¿cierto? 

Exactamente. Es que lo que hace falta es que la gente lea. Por más que les insistimos en que no se dejen llevar por la corriente de la historia oficial. Como si no viviéramos en un México que tradicionalmente es un México de farsas, de propaganda orquestada desde el poder.

Y que hay que leer más allá. Por eso el libro de El asesinato de Elena Garro tiene dos ediciones, porque la primera, la de Porrúa, no la concluí porque no tenía los recursos, no encontraba los documentos. Fue realmente una búsqueda titánica para lograr lo que encontré hasta el 2005, que es cuando sale la primera edición. Pero para el 2013, volví nuevamente a esa edición y ya había más posibilidades de otras cosas, con el internet y la vida virtual pude conseguir los materiales que me habían faltado.

En una entrevista anterior, comentaste que cuando quisiste conocer más de Elena Garro y quisiste hablar con algunas personas de lo que pasó con ella antes y después del 68, muchas personas no quisieron hablar, e incluso llamaste por teléfono a Carlos Monsivais y te colgó. ¿De qué otras personas tuviste esta negativa a hablar de la escritora?

Pues recuerdo muy bien la de Carlos Monsiváis, que le llamé por teléfono y me dijo que no quería hablar de ese tema y colgó.

María Luisa Mendoza, también, ella me habló un poquito más sobre su personalidad, pero básicamente fue comentarme lo que yo ya sabía: que era una gran escritora, que renovó el teatro, la narrativa, que todos los géneros que ella tocó los revolucionó… pero no me dio información que yo quería, de qué había pasado en el 68, cómo lo había visto ella, por dónde podía yo investigar.

Pero en aquella época de los ochenta, había mucho prejuicio, había un gran silenciamiento, un gran temor, y nadie se arriesgaba a hablar de ella.

También en los ochenta traté de hablar sobre Elena con Emmanuel Carballo y Gustavo Sainz, porque el primero formaba parte del círculo de la literatura en aquella época y el segundo era director del Departamento de Literatura del Instituto Nacional de Bellas Artes y me comentaban dos, tres cosas sobre Elena, pero no lo que yo quería saber, no profundizaban.

Yo lo que quería saber era por qué nadie quería hablar de ella, por qué la acusan. Yo decía, ¿por qué la acusan de ser la causante del movimiento estudiantil de la masacre, si ella escribió Los recuerdos del porvenir

Para ese entonces ya había leído la obra de Felipe Ángeles, y yo decía, no, es que aquí hay gato encerrado. Una escritora que desmantela la historia de la Revolución mexicana a través de Felipe Ángeles, es por algo. 

Y no, no me daban esa información, simplemente decían frases muy generales: es que era muy conflictiva, es que Elena creaba muchos dimes y diretes, era muy difícil, era muy intrigante, era muy conflictiva, decía muchas mentiras. Esto era, a grandes rasgos, lo que me solían comentar.

También recuerdo que traté de hablar, allá por los ochenta, con Juan de la Cabada, porque él iba mucho a la Dirección de Literatura, era muy amigo de Gustavo Sainz, era un hombre simpatiquísimo y muy amable, pero tampoco quiso hablar de ese tema. Entonces nunca logré nada.

Esto que dices de que había “gato encerrado”, es porque la obra de Elena Garro parece ser muy personal, ¿no?

Exacto, ese es un tema muy importante. Elena Garro, y lo dijo ella en en un sinfín de entrevistas, siempre comentó que creía en la literatura vivencial. Que toda su obra era autobiográfica, que ella no podía escribir nada que no fuera autobiográfico, nada que ella no hubiera vivido.

Claro, no son testimonios porque tampoco es literatura testimonial, no son documentales. Es una crónica sobre su vida, es literatura, son eventos ficcionalizados, pero que tienen un pie en la realidad, la realidad que ella vivió, que ella conoció de primera mano y por eso su literatura te toca las cuerdas más finas y más delicadas.

Y cuando ella habla, por ejemplo, que también es algo que yo he comentado, que fue una pionera al hablar de la violencia de género. Cuando ella expone la violencia de género en su teatro en los años 50, en obras como El rastro, Los perros y expone también el racismo, el clasismo, en textos como El árbol.

Elena ya había tocado el tema de la violencia de género como periodista en 1941. Porque ella, la primera vez que escribe y su nombre sale a la luz pública, es como periodista con tres entrevistas que hace a una a la cantante de ópera Lolita González, a Frida Kahlo y a la actriz Isabela Corona.

Entonces, ella las entrevista y su principal interés, tú lo ves en las entrevistas, es hablar de su vida privada y profesional y le preguntaba cosas como ¿ustedes realmente pueden compaginar la vida del matrimonio con su vida o con su carrera artística?

Yo creo que Elena se decía ¿por qué yo no puedo? O sea, ella tenía una serie de proyectos artísticos e intelectuales antes de casarse con Octavio Paz, era coreógrafa del Teatro Universitario, era actriz, había salido en en el coro de Las troyanas, una la obra dirigida por Julio Bracho.

Ella estaba involucrada en el cine, era bailarina, fue alumna de Nellie Campobello en la Escuela de Danza. En fin, era una chica con mucha energía, con muchas facetas artísticas y se casa con Octavio Paz y se trunca todo.

Porque si Octavio Paz ya le prohibía hacer todo esto cuando eran novios, imagínate cuando se casó.

Y más el hecho de haberse ido a otro país con él…

Sí, claro. Porque en 1943 exactamente se van, primero a Estados Unidos, vienen aquí a San Francisco, luego, después a París, a Europa y allá están unos nueve años, aproximadamente.

Y es que hay que ubicar la época, es lo que yo trato siempre de dejar claro, por ejemplo a mis alumnas. En clases me preguntan, “¿pero por qué toleró tanto Elena?” Y les digo, es que ustedes son del nuevo milenio. Ustedes no tienen idea lo que sufrimos en aquella época. Si yo padecí, imagínense la época de Elena Garro, que era de “ya te casaste y te vas con tu marido y lo tienes que seguir a donde vaya”.

Que las mujeres que rompían con esa estructura y abandonaban a los maridos, pues eran mujeres, o muy valientes o que tenían poder económico. Porque sin poder económico era muy difícil.

Con este trabajo que se ha hecho alrededor de la obra de Elena Garro, ¿crees que no pasará tanto tiempo para que se logre posicionar como una de las escritoras más leídas en México?

Creo que ya estoy viendo más luz, realmente. Lo que a mí más me entusiasma es ver a las y los jóvenes, a las nuevas generaciones, que estén desprejuiciados y que están buscando a la escritora por su obra, por un cuento, por una obra de teatro.

Elena tiene obras muy cortas, muy breves, que ahora con el internet están muchas digitalizadas, no sé cómo, por cuestiones de derechos, pero que pueden leerse. Y con esto yo veo que sí, que hay un mayor interés por leerla, aunque falta camino todavía por recorrer. 

Todavía hay mucho trabajo que hacer y eso se empieza leyendo la obra de Elena Garro, sus obras de teatro, sus novelas, sus cuentos, el periodismo que hacía.

Cuando estas nuevas generaciones lean el periodismo que hacía Elena, quién era, por qué molestaba al Poder. Los intelectuales tienen que preguntarse eso para entenderla.

Además Elena Garro es muy polifacética en su obra.

Elena es la escritora más polifacética de la literatura mexicana y, tal vez, me atrevo a decir, hispanoamericana. Y todavía voy más lejos: me atrevo a decir que de la literatura en lengua española, porque no se trata únicamente de que Elena Garro haya escrito cuento, también escribió novela, teatro, memorias, guiones cinematográficos, periodismo y poesía. 

Pero no sólo es polifacética porque abordó tantos géneros, sino porque cada género que tomó, lo renovó.

Hay un texto del 2017, donde te preguntan sobre tus inicios en la lectura y decías que en 1977, cuando leíste por primera vez a Elena Garro, “se instaló en tu imaginario”. ¿Hasta la fecha permanece ininterrumpidamente?

Elena Garro está conmigo siempre. Y he trabajado con otras escritoras porque creo que es muy importante rescatarlas. He hecho varias antologías y ahorita precisamente estoy trabajando en la serie de las Insurrectas, que en este caso la serie no incluye a Elena Garro.

Por un lado, porque Elena, afortunadamente y gracias a las nuevas generaciones, ya está más empoderada, tomando el lugar que se merece en la literatura, en el campo de la vida cultural.

Elena siempre está conmigo, o sea, a ella siempre la estoy trabajando. Siempre tengo proyectos en torno a Elena. Es el motor de mi vida.