Para Cecilia Arrañaga “el arte de la danza es moverse con las vísceras”, el cuerpo es el principal instrumento para expresar un hito en cualquier lugar del universo. Durante siglos, de forma cultural a las mujeres se les ha negado conocer más allá de lo que dice su menstruación. Esto debido a los tabús que rodean al tema. Fue hasta 2022 cuando la ONU reconoció que menstruar funciona como un indicador de salud, por lo que la artista decidió expresar lo que durante siglos permaneció silenciado: el cuerpo menstruante.
Cecilia Arrañaga aún era universitaria cuando, tras una lesión, recibió una de las peores noticias: nunca iba a poder bailar de nuevo.
Esa sentencia hizo que regresara desde Xalapa por un año a su natal Torreón para poder recuperarse de ese golpe físico, emocional y espiritual que los doctores le habían dado.
En casa, Cecy no sólo fue contra todo pronóstico médico, sino que volvió a descubrirse a sí misma y a su cuerpo.
En entrevista para Plaza Pública relató que uno de los principales retos para recuperarse fue empezar a tener conciencia corporal y como mujer, y parte de esa conciencia del cuerpo radica en cómo se vive la menstruación.

Lagunera de corazón, Cecilia Alejandra Arrañaga Gómez nació el 25 de agosto de 1998. Es licenciada en Danza Contemporánea por la Universidad Veracruzana y fundadora del proyecto “Danzar la luna: Educación Menstrual desde el Movimiento Consciente”, en el que ha trabajado con mujeres sobre cómo tener una mayor consciencia corporal; es decir, conocer cómo reacciona el cuerpo para poder mitigar el dolor y la reacción ante los estímulos.
Arrañaga ha participado en procesos creativos y montajes coreográficos con distintas agrupaciones en todo el país, como Módulo Compañia de Danza, Spaciocero Colectivo Arte Escénico y Foco al Aire Producciones.
Desde 2021 ha colaborado en distintos proyectos y muestras escénicas regionales con el Colectivo de Danza-Teatro Tablarte, en la academia Corpus Danza, la compañía de danza contemporánea 30:11 DC, así como en eventos culturales realizados por el Ayuntamiento de Torreón y el Instituto de Cultura de Durango.
Este año Cecilia Arrañaga fue becaria del Programa y Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Coahuila 2023 con su proyecto ¿Puedes ver si me manché? La propuesta es producir un solo de 45 minutos como resultado de talleres presenciales con niñas que apenas están iniciando su etapa menstrual. La bailarina tratará de expresar algunos movimientos o expresiones corporales a partir del trabajo con las asistentes.
El trabajo final se presentará el 8 de diciembre en el Teatro Alfonso Garibay a las 20:00 horas.
La intención de Cecy es reflejar a través de la danza las formas en que el cuerpo de la mujer se expresa cuando está menstruando, pues en su camino hacia la recuperación de su lesión se percató de que el cuerpo no comunica lo mismo durante el período que cuando no se está pasando por él.
¿Cómo surgió tu inquietud sobre el tema de la menstruación?
El año que estuve en Torreón en rehabilitación fue una super oportunidad para empezar a conectar aún más con mi cuerpo de una manera más consciente. Si bien en la danza hay mucha formación en ese sentido porque trabajamos con el cuerpo, a veces no hay mucha profundización o este enfoque hacia una conciencia corporal en cuanto a su funcionalidad orgánica y plena.
Gracias a esta oportunidad que me dio el hecho de lesionarme y parar empecé a darme cuenta que yo tenía patrones, tanto en mi avance en la rehabilitación física como emocional en cómo yo afrontaba que los médicos me dijeran ‘ya no puedes bailar nunca más’, que tenían que ver con mi ciclo menstrual. Ahí se despertó esa inquietud por observar primero qué pasaba en mí, por qué se repetían estas actitudes y empecé a indagar más sobre el tema.
En la Universidad Veracruzana, allá en Xalapa, vemos cuestiones de conciencia corporal desde la perspectiva somática, que tiene que ver mucho con toda la información de la conciencia corporal. Ya había desarrollado cierta sensibilidad y esta se despertó gracias a mi lesión.
Por eso empecé a indagar más en qué más sabía de mi ciclo que no me habían contado y qué tenía que ver con un sangrado que se repetía de manera lineal cada cierto tiempo, porque ni siquiera era cada mes.
Fue algo completamente personal y a medida que fui avanzando en la investigación —incluso mi trabajo de titulación tuvo que ver con cómo se vivía y se gestiona la menstruación dentro de la facultad en las bailarinas, cómo se normalizan los dolores—, me empecé a dar cuenta de por qué era tan importante.
Se han hecho muchísimos estudios, incluso en la Organización Mundial de la Salud reconocieron, en 2022, después de la pandemia, que habían cometido un error muy grande al no haber considerado la importancia de la ciclicidad menstrual y flujo hormonal en las mujeres como un indicador de salud que va mucho más allá de temas reproductivos; y que utilizar el ciclo menstrual como indicador podía darles información sobre el estado de salud general del cuerpo, de problemas que pudiéramos pensar que no tienen nada que ver con los con el ciclo menstrual.

¿Por qué decidiste centrar tu proyecto en niñas que están comenzando a menstruar?
A medida que han ido avanzando las investigaciones y que el tema del ciclo menstrual se ha ido abriendo en las políticas públicas de los derechos humanos se ha visto cómo la primera experiencia menstrual impacta a las mujeres en su edad adulta.
Las mujeres somos más del cincuenta por ciento de la población mundial y la mayoría de nosotros tiene lagunas mentales y no tiene espacios acondicionados para gestionar su primera experiencia menstrual. Ese es un problema, no sólo de salud individual, sino de salud pública, que no sólo está relacionado con tener insumos o que estén los baños limpios, sino con una cuestión de salud mental, de procesos cognitivos, porque el ciclo menstrual está conectado con todo nuestro sistema hormonal.
Algunos estudios incluso señalan que podemos medir cómo es la salud pública mundial midiendo cómo se gestiona la menstruación de las niñas.
De ahí la importancia de acompañar a las niñas en esa etapa. Es justamente brindarles esta información. Quiero trabajar con niñas que ya hayan empezado a menstruar porque es un tema difícil, que puede ser tabú con los padres de familia.
El objetivo es acompañar su proceso para que no lo normalicen desde frases como “te tiene que doler”, “así duele”, sino desde la comprensión de que es un proceso natural de su cuerpo.
También que sepan que la menstruación es información que les da su cuerpo, a la que pueden acceder, y que menstruar implica muchísimo más que el “ten cuidado porque te puedes embarazar”, “ten cuidado porque los niños te van a buscar más” o “ten cuidado, que no vean que te manchaste”.
De acuerdo con estudios, las niñas que han estado en situaciones más precarias en la experiencia de la ‘menarquia’ (primer sangrado menstrual en la trayectoria vital de las mujeres) tienen más posibilidades de experimentar violencia sexual de sus parejas, no poder tomar decisiones hacia las prácticas sexuales y más riesgo de vivir violencia y discriminación en general. Simplemente por cómo vivieron ese primer momento, porque no fueron acompañadas de la manera adecuada, porque se siguen repitiendo patrones desinformados desde el tabú, el miedo y la vergüenza. Las mamás sólo les enseñan cómo ponerse la toalla y les dan una palmada y les dicen “ve al mundo con tu toalla”, y hasta ahí se queda la información.
Este es un momento muy importante en cuanto a las transiciones de etapas de nuestra vida; vamos entrando a la pubertad, es cuando empezamos a posicionarnos en la sociedad como una mujer, como una señorita, e incluso puede llegar a romper con la infancia.
Pero las educadoras de esta revolución de educación menstrual han hablado de que las niñas no dejan de ser niñas por menstruar, porque no es que se rompa este momento de su vida, sino que este proceso biológico se suma a su vida y van a empezar ciertos cambios. Son puntos de transición en los que necesitan ir acompañadas para que su etapa de desarrollo como seres humanos, no como mujeres o personas menstruantes, vaya siendo de manera natural, amable y orgánica de modo que su proceso y su manera de vivenciar les brinde mayor seguridad para salir al mundo.
De ahí la importancia de ir con ellas, de informarlas, de brindarles toda esa información y ese acompañamiento y decirles “no estás sola’.
No obstante, tampoco se trata de romantizar la menstruación, porque no es cómodo ni lindo y a veces viene con dolor y éste tiene mucha información que darnos, pero no significa que va a dejar de sentirse.

¿Cómo se va a desarrollar tu propuesta?
Va muy de la mano con el trabajo directo con las niñas. Tengo un proyecto, se llama “Danzar la luna”, que surgió en esta investigación que hice en la universidad.
Esto parte de la visión somática del movimiento consciente, muy amable, con mucha meditación guiada para generar un estado de bienestar pleno. Desde ahí voy a abordar el trabajo con las niñas y eso complementa la pieza porque así podré identificar los patrones de movimiento que tienen que ver con su menstruación.

Por ejemplo, cuando ellas empezaron a menstruar tal vez dejaron de trepar árboles, tal vez dejaron de correr o de hacer ciertas actividades en los días en los que están menstruando por el miedo, vergüenza o incluso porque están teniendo mucho dolor o irregularidad en su ciclo, y empiezan a generarse patrones de movimiento.
Esos patrones se convierten en hábitos que a la larga siguen estando presentes en la vida adulta, como sentarnos con las piernas cruzadas, estar cuidando como se ven los genitales incluso cuando estamos con un pantalón muy apretado, como mucho de cuidar esa zona V.
Esos patrones de movimiento que yo puedo identificar en ellas me van a servir a mí para generar motivos de movimiento y más adelante un lenguaje corporal sobre cómo ellas viven cotidianamente su menstruación y cómo va cambiando su día a día desde que llegó su sangrado.
No es desde la mímica o la interpretación literal, sino que se trata de desarrollar desde ese origen un lenguaje de movimiento partiendo de, por ejemplo, que se sientan ahora con las piernas cruzadas. Y no sólo quedarme en reflejar cómo se sientan, se va a desarrollar más lenguaje de movimiento a partir de cómo se paran, cómo caminan. Esos movimientos se van a mezclar con la danza contemporánea en la cual el movimiento es muchísimo más amplio, estético y tiene una línea dramatúrgica.

¿Cómo son exactamente los talleres de acompañamiento a niñas que forman parte de tu propuesta?
En mi proyecto independiente “Danzar la luna” hubo algunas sesiones en las que nos reunimos algunas chicas en un lugar para realizar el taller.
La dinámica se enfocó en brindar información desde lo muy científico, es decir, cómo funcionan la anatomía y el ciclo hormonal, cómo van fluctuando las hormonas y cómo nos indica nuestro estado de salud; pero también fue de la mano con cuestiones de movimiento consciente desde la perspectiva somática y artística.
Por poner un ejemplo: el estrés afecta directamente momentos súper importantes de mi ciclo menstrual. ¿Cómo, entonces, yo puedo manejar el estrés desde el movimiento? Supongamos que tengo una jornada laboral muy pesada, porque tenemos que seguir adaptándonos a esta dinámica de competencia, puedo llegar a mi casa y tal vez de cinco a 15 minutos de movimiento consciente, meditación, respiración y movilización de mi cuerpo pueden equilibrar todas esas horas de estrés que afectan mi ciclo porque hago algo que contrarresta sus efectos.
Yo misma puedo acompañar el proceso de adaptación a esa dinámica desde el movimiento y la información sobre cómo funciona mi ciclo, tengo esas herramientas para irlo mejorando y para sobrellevar los cambios de una manera más amable de modo que no afecten tanto mi calidad de vida y también para que pueda vivir mi ciclo de forma armónica. De eso va el taller.
Pero el trabajo con las niñas es más especial porque como son menores de edad la información debe manejarse con mucho más cuidado. Hay temas sobre ciertas zonas del cuerpo que tienen que ver con la sexualidad y hay que manejarlos con un lenguaje distinto, no por tabú, sino para respetar la etapa de desarrollo en la que ellas se encuentran.
Muchas ni siquiera han tenido ciertas experiencias o nos podemos topar con niñas que han sufrido violencia o abuso, y se tiene tiene que manejar el lenguaje con cuidado, más amable y especializado para su etapa para que ellas puedan captar la información e identificarse.
Ahí también favorece el movimiento porque al incluir dinámicas de juego, por la etapa en que se encuentran, podemos conectar más fácil con esa información y se puede generar un mayor conocimiento.
Debe de ser algo con muchísimo cuidado y muy estudiado porque las niñas están en una etapa especial. Además no solo vamos a tratar con ellas, sino con la institución escolar y los padres que puedan y quieran involucrarse, y hay que manejarlo de manera respetuosa y muy bien pensada.
Apenas estoy armando el plan de trabajo. Yo he trabajado mucho con niños desde que empecé a bailar, a los 13 años, pero sobre este tema en específico todavía no, sin embargo, desde el año pasado vengo dando talleres de educación menstrual con mi proyecto “Danzar la luna” para públicos de diferentes edades, y tiene ciertos detalles que son específicos para cada tipo de grupo. Ya se hizo una edición con mujeres de diferentes generaciones, desde chicas de 18 años hasta mujeres de 60 años, éstas últimas nos platicaban cómo vivieron sus ciclos hace 50 años y cómo lo están viviendo las de esta generación.
En estos talleres con mujeres de diferentes generaciones, ¿cuál fue la diferencia más significativa con respecto a la menstruación entre décadas pasadas y estos tiempos?
Había muchas cosas muy similares y eso fue terrible porque dices “¡diablos!, no hemos avanzado mucho”.
Fue interesante ver que una mujer de 64 años se sintiera reflejada en la experiencia de una chica de 18 años y decir “nos pasó igual”; decir que su mamá tampoco le dijo nada o solamente le explicaron cómo ponerse la toalla y hasta ahí se quedó.
Sigue habiendo mucha desinformación y muy poco acompañamiento. Y si lo hay, no está reforzado con información adecuada, óptima y completa.
Si nos ponemos a ver puntos específicos de las diferencias, vemos que había mucho menos acompañamiento antes, pero en la actualidad no cambian mucho las experiencias.
Aunque sí se ve el cambio en que las más jóvenes de esta generación, con tanta tecnología, pueden acceder a información con más facilidad porque tienen al alcance Internet para investigar. Eso no lo pudieron hacer las mujeres más grandes, su manera de investigar fue a trancazo. Era solo ir viviendo el ciclo ellas mismas, tenían que ir aprendiendo, le preguntaban a la que conocían un poquito para saber más y el tema se ponía por debajo de la mesa.
Las mujeres de generaciones pasadas tampoco tenían información como la que se tiene ahorita.
¿Qué consideras que debe conocer y transmitir sobre el tema una madre de una niña que está por comenzar a menstruar?
Es más complejo que una receta sobre los pasos para acompañar a tu hija. Es importante explicarle sobre la menstruación antes de que suceda, que las niñas no estén con la incertidumbre sobre qué está pasando en su cuerpo.
Pero también es importante saber qué información les estamos dando. Cuánto no se ha dicho que al tener la regla se van a convertir en señoritas y eso ya las posiciona en otro lugar en la sociedad. Eso nos mete más miedo de “no estoy lista para ser una señorita” o “no estoy lista para ser una mujer”.
Esto depende de los contextos. Es muy diferente mi contexto al contexto de una niña en situación de pobreza extrema. Pero, por ejemplo, pensando en las niñas de mi contexto, que es desde donde yo puedo hablar, lo mejor es que las personas que los acompañan, sus tutores, se informen un poquito más, que se quiten ese tabú de que es algo sucio o pecaminoso, que las acompañen a hacer registros, que las enseñen cómo son las partes de su cuerpo, que se nombren las cosas como son, y se reconozca el dolor como un indicador muy sabio del cuerpo que está diciendo algo.
Lo que más podría funcionar en un contexto general, aunque puede sonar cliché, es pensar: que ella tenga algo un poquito mejor a lo que yo tuve. Es decir, pensar cómo mi experiencia la puede fortalecer a ella y qué me faltó a mí para que no le falte tanto a ella. Desde ahí se empieza, de ese amor, empatía y desde reconocerse e identificarse con esa niña que está frente a ti.
¿Qué papel juega la danza en cuanto a dar a conocer o expresar esta situación?
Pienso que el arte surge de lo cotidiano. Por ejemplo, la danza empezó desde los rituales a la Tierra. La danza es el movimiento mismo y si nos vamos mucho más lejos, la danza es el movimiento de la circulación de nuestra sangre, el movimiento de nuestros pulmones cuando nos oxigenamos. Entonces la danza empieza a surgir como algo que tenía que ver con la cotidianidad, tanto con esta cuestión de movimiento como con el sentido de las creencias, de un sentido espiritual de la comunidad. Luego ya se fue llevando a los teatros y se fue haciendo este desarrollo histórico, pero yo creo que ese origen de mirar y surgir de lo cotidiano y colectivo, se responde por sí solo la necesidad de que la danza hable de lo que nos está pasando.
Uno de los propósitos de mi pieza es ver cómo una mujer adulta tiene traumas o tiene duelos sin resolver que se quedaron grabados en su lenguaje corporal, en su movimiento, por cómo fue su vivencia menstrual de niña.
Por otra parte, el lenguaje de la danza es muy poderoso porque podemos identificarnos de una manera muy subjetiva, personal e individual, y el arte en general puede venir a darnos un ideal o un rayito de esperanza de luz hacia donde podemos ir caminando, pero siempre pensando en dónde estamos caminando en este momento.