Calor y sequía

RIO AGUANAVAL
Río Aguanaval. FOTO: Francisco Valdés Perezgasga

Francisco Valdés Perezgasga

Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la sequía. La anunciada crisis del agua, una tormenta perfecta en la que se intersecan el calentamiento global y el capitalismo desaforado, toca ya a nuestras puertas.

El Rin está por volverse innavegable. El río Loira se ha secado en varios tramos. En el Danubio aparecen barcos nazis que llevaban hundidos casi ochenta años.

En Italia, en el río Po, apareció una gran bomba que había estado oculta el mismo tiempo bajo sus aguas.

Los londinenses tendrán severas restricciones en el uso del agua, pues el Támesis se está secando. Varios lagos en Serbia se están secando.

Casi cada cuerpo de agua de Europa está a niveles mínimos y dramáticos. Los científicos anuncian la peor sequía en 500 años.

A la par, los europeos han experimentado olas de color inéditas en su historia como los 40ºC que se alcanzaron en Londres hace semanas. Ya van dos meses sin mayores lluvias en Europa occidental, central y del sur.

El calentamiento global exacerba estas condiciones, pues la evapotranspiración aumenta, el agua se evapora de las presas, los lagos y los ríos y las decrecientes nevadas en invierno resultan en deshielos exiguos en primavera y verano.

Pero las condiciones de sequía y calor no son exclusivas de los europeos. África oriental, el oeste de los Estados Unidos y el norte de México están por las mismas.

Nuevo León no deja de estar en las noticias y el lago Mead, formado por la presa Hoover en el río Colorado está también revelando macabros secretos a medida que el nivel del agua se desploma. Cuatro cadáveres, algunos claramente producto de ejecuciones han aparecido a medida que la orilla del lago se aleja y deja varados diversos barcos en tierra.

Veinte millones de personas de varios estados de Estados Unidos y del noroeste de México van a enfrentar recortes sustantivos.

Gorrión de garganta negra sacia su sed en el Cañón de la Cabeza, Río Aguanaval. FOTO: Francisco Valdés Perezgasga

Nos debe preocupar, y mucho, el estado de nuestras presas. Mientras escribo esto, el volumen almacenado en la presa Lázaro Cárdenas roza apenas el 30 por ciento, la presa Francisco Zarco (11 veces menor que la Lázaro Cárdenas) anda por las mismas. La temporada de lluvias está por terminar.

Sostengo que los niveles bajos de las presas, en el pasado, preocupaban sobre todo a los agricultores. La industria y las ciudades nos abastecíamos del acuífero.

Pero en la medida que la sobreexplotación del acuífero no solo no se detuvo, sino que se fomentó —y se fomenta— desde el poder, vio su nivel irse para abajo con la concomitante elevación de los costos de energía el bombeo.

Además, la calidad del agua del acuífero se deterioró gravemente, pues la sobreexplotación conllevó la aparición del arsénico y el flúor, dos cancerígenos potentes.

Garza tricolor en el Cañón de Fernández. FOTO: Francisco Valdés Perezgasga

El gobierno decidió que los laguneros no deberíamos continuar envenenándonos. Pero en lugar de detener a los lecheros y su criminal sobreexplotación del agua; en lugar de permitir que los ríos volvieran a conectarse a los acuíferos, decidió entregarles lo poco que queda del agua subterránea y ponernos a merced de lo que llueva en la cuenca alta del Nazas.

Finalmente, ese es el gran pecado del megaproyecto Agua Saludable para La Laguna. Muy buenas intenciones, pero una implementación absurda y dañina.

Estamos en la transición hacia un modelo de abasto que nos hará depender de una fuente cada vez más caprichosa: las lluvias.

Si alguna lección debemos aprender de un planeta que arde es que la planeación se ha vuelto más difícil.

Si planeamos sobre la base de un régimen de lluvias histórico, resultará que ese régimen ya no existe y jamás volverá. Este alocamiento global lo estamos viendo ahora mismo, en tiempo real.

Creo que aún no es tarde y es nuestro deber seguir luchando por otro modelo de desarrollo. Un nuevo modelo que no solo se adapte a los profundos cambios planetarios, sino que también mitigue las condiciones que están impulsando estos cambios.

Llegó el momento de definir la ruta que debemos seguir: la de los políticos y los empresarios voraces o la de la inteligencia y la compasión colectiva que nos aleje del abismo.

Paisaje del Cañón de Fernández. FOTO: Francisco Valdés Perezgasga


									
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