Ciudadano Kane ha sido considerada por muchos como la mejor película de la historia, podemos estar o no de acuerdo, pero su influencia en el cine es innegable. La mayoría de las veces la grandeza de la cinta ha sido atribuida al genio creativo de Orson Welles.
Con Mank, David Fincher intenta romper ese mito y dar el crédito merecido a Herman Jacob Mankiewicz, quien ha figurado como coguionista, pero, según se presume en este filme, escribió a solas el guion de Ciudadano Kane con todo y los aspectos que siguen siendo valorados hoy día.
Fincher toma como pretexto la polémica suscitada entre Welles y Mankiewicz tras ganar juntos el Oscar a mejor guion para tratar de poner los créditos donde según él corresponden:
En 1940 Welles (Tom Burke) busca al convaleciente Mankiewicz (Gary Oldman) para que escriba un guion basado en la vida del magnate de la prensa estadounidense William Randolph Hearst.
Welles no sólo le ofrece a Mank la merecida paga y la eliminación de las complicaciones derivadas de su estado de salud, así como de las distracciones propias de su estilo de vida, sino algo mucho más valioso para él: completa libertad para escribir, es decir, sin intervención del estudio que producirá la película, condición impensable en aquella época.
El guionista está en cama debido a un accidente automovilístico, pero además su alcoholismo, ludopatía y cinismo le han ido cerrando puertas en Hollywood y lo han puesto en el umbral de la ruina a sus 43 años.
Así que ve en la invitación de Welles una solución a sus males más urgentes, pero también una oportunidad para “lograr algo” de una vez por todas.
Para que escriba en total tranquilidad, Mank es trasladado a una casa en una ranchería a 100 kilómetros de Hollywood, con la competente secretaria Rita Alexander (Lily Collins) y una leal enfermera, y sin una gota de alcohol al alcance.
El proceso creativo de Mank nos llevará constantemente al pasado mediante flashbacks y nos mostrará cómo eran quienes inspiraron a los personajes de Ciudadano Kane, entre los que destacan Hearst (Charles Dance) y su amante, la superestrella Marion Davies (Amanda Seyfried). además de los icónicos productores Louis B. Meyer (Arliss Howard) e Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley).
Al mismo tiempo, los recuerdos de Mank irán construyendo un retrato de la decadencia y la corrupción de la industria cinematográfica en la época dorada de Hollywood.
Es en estas reminiscencias donde encontraremos las motivaciones más profundas de Mank para aceptar el ofrecimiento de Welles, así como las razones del posterior conflicto entre ambos por el crédito.
Pero también entre los diálogos o en forma de fábula o metáforas podemos intuir las del propio Fincher para rescatar el guion que su padre escribió en los noventa y realizar esta película.

Además de «dar al César lo que es del César», los cometidos del director estadounidense bien podrían ser: advertir sobre la nociva manipulación mediática en tiempos de incertidumbre política y hacer un llamado a los escritores a mantenerse fieles a sus principios para combatir cual quijotes a los gigantes de la corrupción.
Alcanza para convencerme de que un escritor es mayor amenaza para la gente que un partido sin integridad.
Gary Oldman como Herman Jacob Mankiewicz (Mank, 2020)
Dado que está repleta de referencias a Ciudadano Kane, no sólo las obvias visuales, Mank es una película que sólo podrán entender quienes ya hayan visto la obra tótem de Orson Welles y que disfrutarán aquellos fanáticos de la historia del cine. Si no cumples alguna de estas condiciones corres el riesgo de morir de aburrimiento.