Tuve trato con muchas personas que, por diversos motivos, no creían en el bicho y los contagios. Algunos dudaron de las vacunas y decidieron no aplicársela, otros tantos no le creían a los noticieros ni a los periódicos (con esos concuerdo un poco), otros tantos pensaban que con el dióxido de cloro iban a prevenir el virus o a sanarlo… Si algo evidenció la pandemia, es que la desinformación y el pensamiento mágico tristemente abunda en la mayoría de las personas.
Brevemente refiero tres situaciones que me sucedieron con personas que, quizá, veían la realidad que no era evidente para nosotros, quienes formamos alegremente el simulacro de lo “normal”.
Taxista
En una tarde calurosa de julio del 2021, tuve la siguiente conversación con un taxista en un recorrido de aproximadamente 20 minutos:
—¿Cómo ve las mentiras del covid, joven?
—¿Cuáles mentiras?
—Pues las del chingao virus ese, puros cuentos.
—…
—Yo he conocido gente que se enferma de otra cosa y en el hospital los mataron, y luego dicen que fue el covid…
—…
—Un vecino mío, estaba re bien el hombre… cuarenta y cinco años, y enterote, de repente se encerró en su casa, dejó de ir a trabajar, y se lo llevaron al hospital… ya no regresó, según que por el covid… Lo mataron ahí dentro del hospital. El pinche seguro está hasta la chingada de gente, ahí mismo los enferman…
—Sí he visto en las noticias que los hospitales están llenos…
—Y luego con la chingada vacuna… Esa madre es para que la gente se muera en unos cinco años…
—Cinco años es mucho tiempo, ¿no? ¿Para qué en cinco años? Qué tal si nos matamos orita en un choque, y ni vacunados estamos…
—Pero es que la vacuna es puro cuento…
—¿Pero para qué nos quieren muertos dentro de cinco años? Si yo pudiera, haría que con diferentes vacunas, de diferentes lotes, se fueran muriendo todos, en diferentes momentos, para que nadie sospeche…
—…
El taxista guardó silencio el resto del camino.
Elotero
Al elotero que trabaja cerca de la casa de mi mamá lo conozco desde que yo era niño. En una noche de diciembre del 2021, fui a comprarle un elote entero y pasó lo siguiente:
—¿Con todo el elote?
—Sí, con todo, porfa… con chile del que no pica y del que pica…
—¿Para qué se sigue poniendo el cubrebocas, oiga?
—Pues por el covid…
—Yo estoy hasta la chingada del cubrebocas. Es puro cuento lo del covid. Yo no he dejado de trabajar y no me he enfermado.
—Yo sí prefiero usarlo, para qué le busco.
—Yo nomás me pongo esta chingadera para ir a comprar las cosas a abastos. Porque si no me lo pongo no me dejan entrar. ¿A poco con este chingao mugrero en la cara uno no se va a contagiar? Es puro cuento lo del covid, el Gatell es un mentiroso, nomás quieren asustar a la gente…
—¿Cuánto va a ser?…
En esa ocasión preferí no discutir nada con el elotero, más por evitarme un conflicto con él que por estar de acuerdo con lo que decía.
En enero y febrero del 2021 dejó de trabajar, cada que yo visitaba a mi mamá lo buscaba para comprarle un elote, pero en ninguna ocasión lo encontré. Hasta marzo lo volví a ver, había bajado mucho de peso y traía un cubrebocas y una careta. Además, cobraba sin tocar el dinero.
—¿Qué le voy a dar?
—Un entero con todo… ¿Cómo le ha ido? Ya tenía tiempo que no lo veía.
—Mal, fíjese que me enfermé y me puse malo. Mi esposa se murió. Le dio covid.
Una clienta
“Pues yo me enfermé de covid, yo no creía en eso, pensé que todo era puro cuento, pero de repente me empecé a sentir cansada y con dolor de cabeza y gripa, y de repente la comida me supo desabrida. Yo pensé que era porque la había hecho mi hermano, porque él no sabe cocinar muy bien, está aprendiendo. Hizo una sopa, y todos decían que estaba buena, pero a mí no me sabía a nada. Pero no dije nada y seguí normal, seguí yendo a trabajar, pero me sentía de la fregada. A los dos días mi hermano se empezó a sentir mal, y luego mi mamá y luego mi papá. Ellos se hicieron la prueba y salieron positivos, todos en la casa salimos positivos, pero mi mamá se puso muy mala, se la llevaron al seguro, a la clínica 46, en Gómez, y la pasaron al área de covid, y ya mero la intubaban. Yo pensé que ya se iba a morir, y pensaba que era por mi culpa, porque yo fui la primera que se contagió en la casa. Se puso muy mala, porque ella es diabética, pero gracias a Dios la libró. Pero duramos sin vernos casi una semana, toda esa semana que ella estuvo en el hospital fueron días de mucha angustia, no podíamos ni hablar con ella por teléfono…”.